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El Tour de 2020 se dibuja como un caos montañoso para escaladores

La 'grande boucle', que partirá de Niza el 27 de junio, presenta un trazado extremo para la revancha de Alaphilippe, Pinot y el ganador del 19, Egan Bernal

Recorrido del Tour 2020.
Recorrido del Tour 2020.
Carlos Arribas

Ganan el Tour chavales de 22 años que creen que a los 23 ya serán viejos, Gimondi ha muerto, Merckx, Poulidor y De Vlaeminck, los héroes de los 70, están en el hospital, y al aficionado antiguo le sacude el vértigo, todo se agolpa, siente que el tiempo, que nunca para, ha decidido acelerar de forma exponencial, que los días son segundos y los años minutos. No le ayuda a pensar lo contrario, a aliviar su desasosiego, el recorrido del Tour de 2020, presentado el martes, en París, como siempre. Huye más que nunca del canon clásico, desprecia los Pirineos, los grandes Alpes y la contrarreloj, y se rinde al batiburrillo que se lleva, una mezcolanza de nostalgia, vintage, guiños, señales y mensajes para todas las generaciones, y llegadas en alto para cabras, a lo Vuelta y al gusto Alaphilippe, of course.

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Habrá finales en alto en el Macizo Central (Mont Aigoual, Pas de Peyrol), en los Alpes (Orciéres Merlette y la prolongación de Méribel llamada col de la Loze), en el Jura (Grand Colombier) y en los Vosgos (Planche de las Belles Filles), pero no en los Pirineos, que prácticamente se sobrevuelan (294 kilómetros divididos en dos etapas, con paso por Balès, Peyresourde, Soudet y Marie Blanque); no habrá contrarreloj llana, una rebelión, y sí una cronoescalada la víspera de París, el final de una semana de fuegos artificiales.

Se piensa más en la repetición del duelo de Pinot (el Jura y los Vosgos son las tierras amadas del francés, que ya tendrá 30 años para julio) con Alaphilippe (el rey de la media montaña y del Macizo Central) y con el ganador del 19, el colombiano Egan Bernal, algo así como el Bahamontes del siglo XXI. El mundo al revés: los escaladores podrán ser conservadores y los grandes rodadores que se atrevan a participar --Dumoulin, Roglic, Thomas--, privados del colchón de su contrarreloj, deberán atacar. Landa será beneficiado; Mas y Marc Soler deberán enseñar lo que valen. Froome mostrará si se ha recuperado de las terribles fracturas que le privaron del Tour del 19.

Saldrá de Niza el 27 de junio, sábado, y terminará en París el 19 de julio, domingo, cinco días antes de que la antorcha olímpica prenda su llama en el estadio de Tokio. Serán 3.470 kilómetros. Solo habrá una etapa de más de 200 kilómetros, los 218 kilómetros hasta Sarran, la más corta etapa más larga de ningún Tour.

A Ocaña y al Merckx derrotado pero no muerto del 71 se les recuerda ya el cuarto día con el final a los más de 1.800m de Orcières-Merlette, donde no se regresaba desde que el holandés Rooks les ganó a Marino, Indurain y Perico la cronoescalada del 89 desde Gap. Otra de las primeras etapas terminará en Mont Aigoual (monte acuoso), donde tanto llueve, en medio de la erosión desoladora y dura de las Cevennes, y es inevitable recordar tanto a Roger Rivière, quien habría sido el gran rival de Anquetil, y no Poulidor, si no hubiera quedado paralítico al caerse por un barranco en su descenso por el Col de Perjuret en 1960, como en la adoración al lugar cultivada por los nuevos globeros y hípsters desde que el holandés Tim Krabbé escribió El corredor, la novela de culto.

Se pasa por Sarran, donde hace nada enterraron al expresidente Jacques Chirac, y, tras el Macizo Central se llega el domingo 12 de julio al Jura el penúltimo domingo con el final en los alto del Grand Colombier, que no es un homenaje a Bernal, (el gran colombiano), sino uno de los clásicos de la década. Será la cuarta vez que se ascienda, la primera como final de etapa, un col que debutó en el Tour en 2012 con sus 17 kilómetros irregulares y estrechos desde Culoz, al que se llega tras ascender los 11 kilómetros al 8% de La Selle de Fromentel, con pasos al 22% y un kilómetro al 15%, y los siete kilómetros al 9% de La Biche.

El miércoles 15 será la etapa reina, el megamix alpino del col de la Madeleine, por una carretera inédita, y el final en el col de la Loze, siete kilómetros por encima de la estación de esquí de Méribel. El puerto no existía hasta que se asfaltó en mayo un camino estrecho que asciende hasta 2.305 metros hacia el valle vecino de Courchevel. Lo subió Hinault hace unas semanas y enloqueció: tramos en descenso, tramos al 20%, un puro caos, que simboliza como nada los tiempos que vienen. "Es el prototipo de col del siglo XXI", dice, encantado, Christian Prudhomme, el director del Tour, que lo ensayó en el pasado Tour del Porvenir con una minietapa de 23 kilómetros.

Y remacha el Tour, acorde a la filosofía ya desvelada, la contrarreloj final: 36 kilómetros; 28 de aproximación, pasando por Mélisey, el pueblo donde Pinot cría corderitos, y ocho de ascensión vertical hasta la Planche des Belles Filles (sin camino no asfaltado esta vez), que, como el Grand Colombier, entró en el Tour en 2012 y ya es un clásico.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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