Adiós, superhéroes

Podría decirse que, audiovisualmente hablando, hemos vivido en un mundo superheroico desde que en 2002 se estrenó el Spiderman de Sam Raimi. También podría decirse que el divorcio entre Netflix y Marvel –el gigante del entretenimiento ha cerrado ya tres franquicias de la Casa de las Ideas, la última, Daredevil– deja claro que ese mundo está llegando a su fin.

Hubo una época en que todo lo que parecía que estaba por llegar eran blockbusters protagonizados por superhéroes –llegaban hasta de tres en tres– pero, hoy, lo más que esperamos es a Capitana Marvel, personaje que ni siquiera ha sido nunca popular entre los lectores. Recordemos en este punto que España es el segundo país del mundo en el que más cómics de superhéroes se leen.

Eso sí, para hacer a los superhéroes aceptables, se los convirtió en soldados de guerras ni siquiera galácticas. Se diría que si su nacimiento fue ingenuo y cotidiano –el citado Spiderman de Raimi–, su expansión fue bélica e instrumental –los Batman de Christopher Nolan– y el principio del fin fue su aterrizaje en plataformas a través de un (desesperado) fondo de armario (Luke Cage, The Flash, Iron Fist, el propio Daredevil) que dio lugar a pequeñas obras maestras como Jessica Jones.

En tanto que producto, es evidente que el superhéroe audiovisual lleva tiempo agonizando. Y el algoritmo debe haber alertado a Netflix y al resto –ABC iba a estrenar este 2018 una prometedora sitcom superheroica, con heroínas que podrían haber protagonizado un capítulo de Girls, como la Chica Ardilla, New Warriors, y de momento la mantiene en el limbo– de que el interés ha decaído.

¿Llegará la extinción al cine? La estrambótica y de inminente estreno Spiderman: un nuevo universo, en tanto que rareza metaficcional animada, podría cerrar el círculo y convertir el cine de superhéroes en el nuevo western: algo que estuvo muy de moda alguna vez y que reaparece de vez en cuando. Muy de vez en cuando.