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Hospital de San José | Foto: Archivo de Bogotá

SALUD

Así sufrieron las pestes los bogotanos durante el siglo XX

Los virus y las bacterias han impactado la vida de los bogotanos en los dos últimos siglos. El antropólogo e historiador Luis Enrique Rodríguez cuenta cómo era esa situación.

1 de abril de 2020

En el año 1900 Bogotá tenía 100 mil habitantes. Se trataba de una pequeña ciudad cuya frontera urbana al extremo sur era el barrio Las Cruces y al occidente, San Victorino. Al norte, la ciudad terminaba en lo que hoy es la calle 26.

Algunos campesinos cultivaban papa y maíz en donde hoy quedan barrios populosos o en extensas haciendas que más tarde dieron paso a localidades como Teusaquillo y Chapinero.

En esa foto de principio del siglo XX, las pestes y los virus, que también llegaban del exterior, generaban terror y miles de muertes.

Eso sí, una gran diferencia con lo que se experimenta en la actualidad, era la asistencia sanitaria.

“En aquella época solo estaba el Hospital San Pedro, ubicado detrás de la Catedral. Otra característica es que había muy pocos médicos y no había personal hospitalario, solamente las monjas dedicadas al cuidado de los enfermos”, cuenta el historiador Luis Enrique Rodríguez.

Sin entrar en mayores detalles en asuntos que brillaban por su ausencia como asepsia, tecnología y avances médicos. 

Algo que llama la atención frente a lo que cuenta el experto es que en ese entonces no hubo tiempo para llevar a cabo aislamientos preventivos como el ordenado hace unas semanas por el Distrito y el Gobierno nacional.

“En el siglo XX no hubo aislamientos, no había tiempo. La gripa española llegó y en un par de meses ya se había duplicado el número de muertos”, comenta. El experto añade que seguramente también hubo subregistros. 

Los virus y las pestes de la época también se asociaban con castigos divinos, por lo que las acciones de las autoridades eran muy escasas o limitadas, pues nadie quería ser relacionado con el tema.

Asimismo, Rodríguez cuenta que inicialmente se pensaba que Bogotá, al no estar ubicada en un piso térmico caliente, tenía menor riesgo por epidemias derivadas de vectores como los zancudos. Sin embargo, está claro que enfermedades como el sarampión, la viruela, la tuberculosis y la gripa española afectaron notablemente la calidad de vida de los ciudadanos de la época.

De hecho, el Hospital San José, que abrió sus puertas en 1925, también se fundó para enseñar medicina en Colombia y para atender los brotes de tuberculosis que estaban afectando a la población.

Otro hecho interesante es que las personas contagiadas por aquel entonces también sufrían los rigores del rechazo social, a tal punto, que eran marginados a las inmediaciones del Hospital de la Hortúa.

 Algo muy similar a lo que sucede ahora con los enfermos de covid-19. Hace apenas unos días, pobladores de Tenjo (Cundinamarca) bloquearon las vías de acceso al municipio para impedir el supuesto ingreso de 90 pacientes infectados, al mismo tiempo que las autoridades de salud se han visto en la necesidad de negar la publicación de las identidades de los pacientes para evitar hostigamientos o violencia.

Algo seguro es que este tipo de situaciones han sido siempre dramáticas y conmovedoras. En el inicio del siglo XX, los enfermos con virus o pestes morían ante la escasa o nula asistencia médica. “Se les hacían unas sangrías (cortes en la piel) porque se creía que así salía el mal”, explica el historiador.

Otras personas preferían no decir nada y morir en casa, con el agravante de que terminaban contagiando a sus familiares. En la literatura hay todo tipo de relatos e historias dramáticas en ese sentido; angustias y miserias del bogotano sin importar fecha, credo o tipo de ingreso.

Se dice además que los indígenas que poblaban lo que hoy son algunas localidades de la ciudad, como Fontibón, Engativá, Usaquén, Usme, entre otros, se extinguieron como consecuencia de los virus que traían los españoles. Las defensas de los aborígenes eran tan escasas como sus oportunidades.

Sin embargo, los virus no distinguen posición social. Varias personalidades también resultaban afectadas. “En 1805 una peste mató a los padres y otros familiares de Policarpa Salavarrieta”, afirma Rodríguez. 

Algo que llama la atención es que a pesar del pánico, terror y muerte en las calles de Bogotá, la sociedad capitalina siempre lograba salir adelante, y en muchas ocasiones mejorando las condiciones higiénicas y de comportamiento. 

“A la ciudad llegaron dos cosas que cambiaron parte de la historia: la pasteurización y la penicilina”, dijo el experto. La primera de ellas permitió que los ciudadanos consumieran alimentos con menos agentes patógenos.

En cuanto a la penicilina, se sabe que cambió al mundo al brindar una solución efectiva contra las infecciones. Ahora el planeta espera y cuenta los días para que los científicos vuelvan a salvar millones de vidas con el desarrollo de una vacuna contra el covid-19.

Solidarios siempre

Pero además de la innovación humana para encontrar medicamentos o manejos industriales que contribuyan a ganar la batalla contra los virus y las bacterias nocivas (porque también hay bacterias buenas), está el tema de la solidaridad.

Cada vez que Bogotá o el país resultaba afectado por una peste o epidemia, comerciantes, empresarios y gente del común trataba de ayudar, de tender una mano.

“Las personas que hicieron donaciones eran muy ricas, tanto que financiaron la construcción de algunos pabellones del complejo del San Juan de Dios. Por lo general, se trataba de familias asociadas con el comercio y las fábricas”, dice Rodríguez.

El último gesto de donación conocido fue con ocasión de la muerte de la hija del expresidente Eduardo Santos, que desembocó en el apadrinamiento del hospital Lorencita Villegas de Santos, que llevó su nombre hasta los años 90.

En definitiva, los virus y las bacterias malignas siempre han estado presentes en la historia del mundo y las sociedades. En algunas oportunidades los ciudadanos aprendieron con mejores comportamientos y hábitos a mitigarlas y a reducir su impacto. En otras ocasiones se convirtieron en la peor exhibicion de egoísmo e indolencia del ser humano. 

Falta ver cómo los libros de historia registran lo que el covid-19 dejó en la cultura bogotana y colombiana.

*El antropólogo e historiador Luis Enrique Rodríguez participó este miércoles en un Facebook Live organizado por el Archivo de Bogotá vía Instagram para contar detalles de cómo era la ciudad en el inicio del siglo XX. Luego de esto, contestó algunas preguntas que le formuló la Revista SEMANA.