MARTES, 23 DE ABRIL DE 2024

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Ricardo Ávila
Análisis

Un cambio que ya comenzó

En la revolución digital en marcha, vemos que el efectivo como lo conocemos tiene una desventaja, no funciona en los modelos de negocio digitales.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

No es una exageración afirmar que, por estos días, la prensa económica en las más diversas latitudes lleva al menos una noticia relacionada con las criptomonedas en cada edición. Aparte de la evolución en las cotizaciones de los activos digitales más conocidos, las noticias registran desde la entrada de nuevos jugadores a un mercado en plena ebullición, hasta la respuesta de las autoridades de diferentes países para regular la actividad y evitar potenciales abusos, entre muchos otros asuntos.

Uno de los puntos que más despierta atención es el creciente interés de los bancos centrales en una opción que va mucho más allá de un desafío tecnológico y que tiene múltiples connotaciones. Este fue, precisamente, el objeto de la más reciente sesión de “Cartagena Talks” que organiza periódicamente el Fondo Latinoamericano de Reservas – FLAR.

En la presente ocasión, los asistentes al debate virtual escucharon los planteamientos de dos verdaderos conocedores. Dicho calificativo describe a John Kiff, quien viene de dejar su cargo como experto financiero senior del Fondo Monetario Internacional, al igual que a Chi Lo, estratega senior en la sección de administración de activos del banco BNP Paribas.

Las presentaciones giraron en torno a un solo tópico: monedas digitales de los bancos centrales, más conocidas como CBDC por su acrónimo en inglés. Aunque hay varias modalidades de lo que se trataba era de examinar su versión “al detal”, es decir aquellas dirigidas al público en general.

Como bien lo mencionó Kiff, esta última es la “representación digital de una moneda existente”. Por lo tanto, cuenta con el respaldo de una autoridad monetaria y es asequible a todos los ciudadanos. Dada la evolución reciente del mecanismo, todavía persiste la inquietud sobre si se puede usar para transacciones entre personas y la manera de hacerlo.

Mientras esas dudas se resuelven, no hay duda de que en los cinco continentes se está examinando el tema. El exfuncionario del FMI comenta que en 2018 comenzó a seguirles la pista a una decena de países que mostraban interés en la que en ese momento era todavía una opción nueva. Ahora, el número de naciones que han hecho avances e incluso lanzado pilotos, según la cuenta que lleva, asciende a 55.

Por su parte, el Banco de Pagos Internacionales señala que cuatro de cada cinco bancos centrales en el mundo están trabajando en tema de una manera u otra, mientras que la mitad ya se encuentra en una fase de experimentación o pilotaje.

Hay casos como Bahamas que ya lanzó su “Sand Dollar”, mientras que Jamaica lo hará este mes. Para no salir del hemisferio, tanto Uruguay como Ecuador completaron sus ensayos con comercios y gente de carne y hueso. En otros lugares, China, Canadá o Rusia, han dado pasos en la misma dirección.

Es verdad que la mayoría todavía está en la etapa conceptual, pero la tendencia es notoria. De hecho, esta parte del mundo va más adelante que otras regiones.

Los argumentos en favor de la digitalización pasan por reducir el costo de manejar billetes físicos. Otros se interesan por el acceso a los datos y las eventuales ganancias en eficiencia, aparte de la posibilidad de disminuir el valor de las comisiones, como ocurre en aquellos lugares que reciben remesas de sus nacionales en el exterior.

No obstante, hay que reconocer los riesgos. El más destacado de todos motivó la portada de la prestigiosa revista The Economist, a raíz de los potenciales efectos que las CBDC podrían tener sobre la estabilidad financiera y la intermediación bancaria, si los ciudadanos deciden depositar su dinero y hacer sus transacciones a través de cuentas que estarían directamente en el banco central respectivo.

Para sus promotores, el atractivo de un sistema digital de este tipo es que disminuiría los precios de transacción y aumentaría la eficiencia en el uso del dinero. Si se dejan las puertas plenamente abiertas, está el peligro de que los bancos comerciales se queden sin fondos y el sistema de intermediación conocido desde hace 18 siglos deje de ser viable. Al respecto, Kiff señala que hay opciones para limitar ciertas consecuencias.

Adicionalmente, los economistas mencionan que la política monetaria podría volverse inefectiva y que eventualmente, sobre todo si el costo de conversión es cercano a cero, en la práctica el público podría inclinarse por pasarse a divisas. En términos concretos, ello equivaldría a una dolarización por la puerta de atrás, lo cual afectaría las medidas que tomen las autoridades.

Todo dependerá, por supuesto, del diseño específico que se escoja. Las opciones son amplias, pero deben tener en cuenta puntos como la posibilidad de reconocer intereses sobre los depósitos o lo relacionado con privacidad y transparencia. En resumen, es obligatorio considerar riesgos operacionales, financieros y de política o estrategia.

En respuesta, quien quiera examinar ejemplos sobre el terreno bien puede mirar lo ocurrido en China con el renminbi digital, en donde se llevó a cabo un experimento a gran escala en 2020. Allí, el Banco de la República Popular usó intermediarios en la banca comercial para distribuir la moneda electrónica, tanto a millones usuarios particulares como a las empresas. Cada unidad virtual debía tener como respaldo una tradicional.

El esfuerzo en ese frente vino acompañado de acciones complementarias y previas. Ello explica el énfasis digital de la estrategia de la ruta de la seda, que promovió el desarrollo de redes y el uso de tecnologías virtuales en un buen número de países. También en el campo de la salud se ha venido promoviendo la digitalización, como una manera de preparar el terreno, algo que –de acuerdo con Chi Lo- tiene un elemento importante de política internacional.

En último término, surge algo relacionado con la geopolítica. Para el experto del BNP Paribas, de lo que se trata es de disminuir los riesgos para China, en caso de que la confrontación con Estados Unidos siga aumentando de tamaño.

Por un lado, se busca expandir la red que, entre otras, les permite a los millones de turistas provenientes de la nación más populosa del mundo hacer sus gastos usando plataformas como Alipay. De otra parte, es probable que la estrategia derive en un mundo tripolar: una zona en donde prime el dólar, otra el euro y otra el yuan, algo que podría pasar en unos 25 años.

Tales especulaciones muestran las ramificaciones de largo plazo que surgen de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales. Aunque las incógnitas son numerosas todavía, podría darse una variación de tal tamaño que a la vuelta de unas pocas décadas el sistema monetario sea muy distinto al conocido.

Y lo anterior no tiene en cuenta lo que puede pasar con las iniciativas privadas. Cuando hace unos años Facebook habló de su proyecto libra (llamado Diem ahora), las alarmas en numerosas capitales se dispararon. La posibilidad de que una compañía privada con dos mil millones de usuarios pudiera ofrecer un mecanismo de pagos que no pase por los bancos centrales y conecte a una cuarta parte de los seres humanos, abre un capítulo totalmente diferente.

Incluso si algo tan radical no sucede, otras amenazas para los bancos comerciales son evidentes. Chi Lo habla de la eventual desaparición de los bancos corresponsales y el final de comisiones de transferencia por enviar dinero de un país a otro. Kiff subraya que existen CBDC “sintéticos” que eliminan a los intermediarios y se expresan en las plataformas de pago que nacieron con las aplicaciones.

En conclusión, en la revolución digital en marcha, vemos que el efectivo como lo conocemos tiene una desventaja, no funciona en los modelos de negocio digitales. A pesar de que el desenlace es incierto, lo que viene apunta al nacimiento del efectivo del mundo digital, que vendrá del sector privado o público representando una transformación de tal tamaño que, afectará la vida real de buena parte de los habitantes de este planeta. Y, según los expertos convocados por el FLAR, los bancos centrales y América Latina avanzan en este sentido.

Ricardo Ávila
Analista sénior 

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