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Trump 1, Xi Jiping 2

Lo que se firmó fue una tregua, no uno de los más importan- tes acuerdos jamás negociados, como trinó Trump.

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China es el reino de la falsificación y la piratería, y ofrece acceso a su mercado a cambio de tecnología. La autoridad es laxa y poco transparente. El acuerdo económico y comercial entre China y Estados Unidos resolvió este gran irritante comercial, con normas más estrictas para la protección de patentes, secretos comerciales, piratería, marcas, derechos de autor, transferencia de tecnología. Esto siempre y cuando las autoridades chinas se apliquen a erradicar el problema con las herramientas y el mandato que estableció el acuerdo.

Los negociadores de Trump derribaron muchas barreras comerciales: se eliminó el tope de 49% o al capital extranjero en los servicios financieros, varios productos podrán entrar a China con el certificado sanitario de EE.UU., se eliminaron restricciones a la importación que tenía EE. UU., se acortaron tiempos para permisos de importación, se aumentó el tiempo de exclusividad de las patentes de medicamentos.

China se comprometió a aumentar las compras a EE. UU. en US$76,7 billones en 2020 y US$123,3 billones en 2021. Al preferir la compra de bienes y servicios gringos, está discriminando al resto del mundo, y eso está prohibido por la OMC. Pero no habrá lío porque el máximo tribunal de justicia de la OMC dejó de funcionar este año. Los compromisos entre 2022 a 2025 quedaron en puntos suspensivos.

Los agricultores gringos, base electoral de Trump y grandes perjudicados en la guerra comercial, fueron ganadores del acuerdo. En tiempos normales ellos le venden a China US$20 billones anuales; los chinos se comprometieron a aumentar US$12.5 billones sus compras en 2020, y US$19.5 billones en 2021 ¿Podrá China cumplir?

Se crearon tres instancias para resolver las disputas que surjan, siendo la tercera los respectivos ministros. Si no se ponen de acuerdo, el demandante (¿EE. UU.?), podrá aplicar justicia con su propia mano. Si el demandado (¿China?) juzga que el demandante está actuando de mala fe, se podrá dar por terminado el acuerdo, y vendrá una andanada de aranceles.

El acto de la firma del acuerdo evidenció dos diplomacias distintas: la de Trump, arrogante; la china, humilde y con gestos corporales de respeto. El presidente Xi Jiping habló a través de su jefe negociador Liu He, en chino, y con proverbios: “Siempre hay más soluciones que problemas”. Trump hizo de la ceremonia un acto electoral.

Por fuera del acuerdo quedó el tema de las empresas comerciales del estado. En China funciona un capitalismo de estado que subsidia la producción de bienes y servicios, y que crea empresas campeones mundiales; por eso llegan productos chinos al otro lado del mundo a precios irrisorios, y por eso también ganan licitaciones internacionales. Ese problema quedó para la fase dos del acuerdo, para la cual los chinos no tienen prisa. Por eso para los chinos el marcador fue 2-1 para ellos.

Los aranceles de la guerra seguirán vigentes. Lo que se firmó fue una tregua, no “uno de los más importantes acuerdos jamás negociados”, como trinó Trump.

Quizás Xi Jiping piensa como Maturana, que perder es ganar un poco –los chinos saben que el tiempo juega a su favor–. Trump se retiró del almuerzo con Liu He, con el mentón alto y envuelto en los acordes de what a wonderful world.

Diego Prieto
Experto en Comercio Exterior
diegoprietouribe@gmail.com

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