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Salgamos del centro

Las divergencias regionales evidencian que si se aplica una misma estrategia para todas, se corre el riesgo de perjudicar su recuperación.

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Durante 2020, los analistas económicos evaluamos permanentemente el impacto del Covid-19 y la caída de los precios del petróleo sobre la actividad económica nacional. Desde Fedesarrollo se ha dicho que en 2020 la economía presentará una contracción cercana al -7%, con impactos sobre el comercio, la industria y el entretenimiento.

Estas discusiones parecen dar por sentado que todos los departamentos del país sufren los mismos efectos del Covid-19, que no hay diferencias entre regiones, o si existen no dan para ser discutidas.

Contrario a la conversación plana sobre el crecimiento económico colombiano que se adelanta continuamente desde la capital, la realidad es que las perspectivas económicas de cada región son tan diversas como sus costumbres o geografías.

Si bien las mismas regiones tienen disparidades entre sus departamentos y ciudades, son un buen punto de partida para abordar la heterogeneidad de la matriz productiva de Colombia.

Cuando se divide la economía según el porcentaje de producción por región, se observa una diferencia inquietante: la actividad productiva se concentra en Bogotá (25,5%), seguida de las regiones Central (22,6%), Oriental (20,5%), Caribe (15,2%), Pacífica (13,4%), y Amazonía-Orinoquía (2,8%).

En el centro del país, la caída en los precios del petróleo y los commodities no perjudica directamente al empleo o la generación de valor agregado. El foco son los sectores con alta participación, como comercio, industria y construcción, que fueron motores de la recuperación económica del país en la segunda mitad del 2020.

Aún con estas buenas perspectivas en algunas regiones, inquieta que no se discuta a profundidad el hecho de que la Amazonía-Orinoquía es la que tendría una mayor contracción de su PIB en 2020 (-9,5%), atribuible a su dependencia a las actividades de extracción de petróleo y minerales, especialmente los departamentos de Casanare, Arauca y Putumayo.

Igual sucede con las regiones Oriental y Caribe, donde se prevé una caída de su economía del -7,8% y -7,5% respectivamente, que responde en buena parte a los menores ingresos por extracción de petróleo en Meta y de carbón en La Guajira y Cesar.

Todo ello sin contar con la contracción en la actividad industrial que impacta el crecimiento de departamentos como Cundinamarca, Santander y Boyacá, o la caída del 91% en los ingresos hoteleros y por turismo en Bolívar y Magdalena.

Las divergencias regionales evidencian que si se aplica una misma estrategia para todas, se corre el riesgo de perjudicar su recuperación. Hay mercados que tardarán mucho en reponerse, pero no puede pasar lo mismo con la actividad económica de sus ciudades.

La profundidad del choque en cada ciudad y sus causas son un factor clave para ubicar las prioridades de la política pública, las decisiones corporativas y el emprendimiento empresarial.

Contando con la información diferenciada geográficamente, no hay excusa para que esto no suceda. No perdamos la oportunidad.


Martha Elena Delgado Rojas
Directora de Análisis Macroeconómica y Sectorial - Fedesarrollo

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