En 1977 el psicoanalista Félix Guattari publicó el libro “Revolución Molecular”, que intentaba retratar la forma en la que Estados totalitaristas controlan la conciencia del pueblo, al buscar capturar y redirigir la forma en la que se generan los deseos de cada individuo. La revolución molecular, idea abordada por filósofos franceses como Gilles Deleuze, es un proceso de carácter introspectivo de generación de conciencia personal, para que cada ciudadano busque reconfigurar sus deseos y diferenciarlos intencionalmente de las necesidades impuestas desde un régimen político.
Pero este concepto, de carácter más psicológico, fue interpretado de manera tendenciosa por un personaje oscuro de la extrema derecha chilena, Alexis López. Su adaptación a la política de seguridad considera la ‘revolución molecular disipada’ como una forma de resistencia al sistema, que a través de una guerra de guerrillas urbanas desarticuladas busca imponerse al establecimiento. Al igual que otros términos, como ‘castrochavismo’ o ‘ideología de género’, son ideas en las que se plasma el concepto del ‘otro’ en abstracto. Esta abstracción termina por convertir nuestra interpretación de manifestaciones masivas, compuestas por una comunidad de ciudadanos con necesidades diferentes, en una sola masa guiada por una única idea desestabilizadora. El problema con una doctrina así es que si se enseña a la fuerza pública a leer las protestas a través de este prisma, todo manifestante puede llegar a interpretarse como un potencial guerrillero urbano.
Una sociedad polarizada se caracteriza por facciones en las que el pueblo se ve reflejado. Esta identificación implica una diferenciación entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos’ sin campos en común (izquierda vs. derecha, uribismo vs. petrismo, pueblo vs. establecimiento, etc.), en donde gradualmente se pierde el tejido de conciencias individuales en favor de facciones e idearios abstractos más homogeneizadores. Para solucionar la coyuntura, el país necesitaría una –verdadera– revolución molecular, de carácter introspectivo y alejada de la noción de violencia o desestabilización, en la que cada ciudadano busque generar una conciencia individual, un ‘agenciamiento colectivo’ de lo que queremos proyectar como sociedad.
El objetivo es comprender que en la diferencia radica nuestra riqueza, que es a través de diálogo y co-construcción que podemos lograr una mejor economía, un régimen político inclusivo, un mercado laboral justo y un sistema educativo accesible y equitativo. Esto nos llevaría a entender que el deterioro o deslegitimación de la instituciones va en desmedro de nuestra construcción como sociedad. No es en el conflicto, sino en el diálogo y los consensos en donde podemos construir país. Ojalá que el gobierno entienda que un diálogo efectivo y con victorias tempranas es ahora nuestra única esperanza para lograrlo. #DialogarparaAvanzar
David Forero
Investigador de Fedesarrollo
dforero@fedesarrollo.org.co