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Ricardo Ávila
Editorial

Otra oportunidad

El presupuesto bienal de regalías supera con creces el del bienio pasado, pero el reto es el mismo: que las regiones gasten bien el dinero.

Ricardo Ávila
Exdirector de Portafolio
POR:
Ricardo Ávila

Mientras los ojos de la opinión estaban puestos sobre las comisiones del Congreso que le dieron luz verde al proyecto de ley de financiamiento en su primera etapa el miércoles pasado, en un lugar diferente del Capitolio quedaba listo otro tema fundamental. Se trató de la aprobación del presupuesto bienal de regalías, que sorteó su último escollo el mismo día, sin mayores complicaciones ni controversias.

Una vez tenga lugar el requisito de la sanción presidencial, a partir del primero de enero estarán dadas las condiciones para ejecutar un monto que supera en 67 por ciento el del periodo anterior. Se trata de más de 24 billones de pesos que equivalen a casi dos terceras partes de la inversión que hará el Gobierno nacional en el 2019, a lo cual habría que agregarle seis billones de vigencias anteriores que siguen en los bancos.

Lograr que esos recursos se gasten bien y a tiempo es todo un desafío. Desde el punto de vista de la demanda agregada, el volumen de dinero señalado le daría un empujón al crecimiento económico, expresado en obras, compra de insumos y generación de empleo. No menos importante es la posibilidad de impulsar la competitividad regional, dadas las brechas que existen entre los centros urbanos principales y las áreas de menor desarrollo.

Aunque la historia de escándalos pasados hace que las regalías sean miradas de mala manera por la ciudadanía, quienes saben del asunto entienden el aporte que estas significan para municipios y departamentos. Si bien las transferencias se llevan una tajada muy importante del presupuesto nacional, la distribución de la torta es inflexible, con lo cual el margen de maniobra es escaso. Un buen compendio de iniciativas permitiría crear círculos virtuosos, con efectos positivos a lo largo y ancho de la geografía.

La diferencia frente a otras oportunidades, es el salto en las asignaciones que, de paso, le darán una mano a las universidades públicas y a los compromisos asociados a la firma de los acuerdos de paz. Gracias a la pequeña bonanza de precios de hace unos meses, los ingresos provenientes de regalías serán mayores en todas partes. De tal manera, el Caribe podrá disponer de 6,6 billones, el Pacífico de 3 billones y los Llanos Orientales de 3,3 billones de pesos, por ejemplo.

No obstante, los desafíos serán los mismos de siempre. Está el peligro de la corrupción, que parte de proyectos mal formulados y a los que no se les hace el debido seguimiento. Ello exige que Planeación Nacional mejore sus capacidades a la hora de filtrar las propuestas que recibe y tenga la capacidad de cerrarles la puerta a aquellas que no pasen un buen examen técnico, más allá de las presiones políticas que se presenten.

Igual de importante es la capacidad del Ejecutivo de liderar esquemas de amplio espectro. Para decirlo con franqueza, los celos entre las diferentes colectividades se han atravesado en el anhelo de los ciudadanos de contar con una mejor infraestructura de todo tipo. Y es que el gobernador de un determinado partido se niega a sentarse con los alcaldes de otro, anteponiendo sus intereses particulares a los de la comunidad. Romper con esa costumbre obliga al Gobierno Nacional a sentar a los antagonistas alrededor de la mesa y lograr la construcción de consensos.

Acabar con la mezquindad es una prioridad, a sabiendas de que el 2019 es un año electoral. Siempre existe el riesgo de que el proceso no avance hasta que no se definan los nombres de los nuevos alcaldes y gobernadores.

Ojalá no sea así, pues es poco probable que en el futuro las regiones cuenten con tantos recursos como ahora, pues las fuentes se agotan. Por eso la prioridad debería ser sembrar bien la semilla de la regalías a ver si los frutos se ven pronto. De lo contrario, vendrá una nueva frustración por cuenta del atraso y la oportunidad perdida.

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