Columna


Un gran pensador

del alma y su influencia es inexorablemente superior a la de sus rivales en la escuela alemana”.

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

20 de julio de 2019 12:00 AM

El pensador de Rodin, una de las obras de arte más admiradas, comenzó dedicada “al poeta”, con el propósito de exaltar al Dante, cuando pasó de poesía a pensamiento su destinación, podría haber terminado en Hegel, profundo pensador por excelencia.

En sus mocedades Hegel consideraba que no existía una idea del Estado, puesto que era algo mecánico, así como no se tenía una idea de una máquina. “Solo lo que es objeto de la libertad se llama idea”. Así que se debía ir más allá de la palabra Estado.

Posteriormente Hegel reconsideró este juicio y planteó que un “pueblo sin Estado representa la barbarie”, así ese concepto no esté construido sobre la libertad, sino sobre la obediencia. Por eso la libertad hay que buscarla siempre más allá, en la sociedad civil o en el mundo de la vida.

Después abundaron prolijos y sesudos análisis de Hegel sobre este tema que han enriquecido conceptos sobre asunto obligatorio del pensamiento.

Padre de Marx, y Nietzsche. Abuelo de Hitler y Lenin, Heidegger y Sartre. Shaw y Mussolini, Mao Tse Tung y Ho chi Minh. Esta avara lista atestigua que hay árboles irreconocibles por sus variados frutos.

Fue un viejo profesor de filosofía que, más allá de la carne y de los nervios, fue un metafísico, dictando como un tirano, pesadas clases de palabras empeñadas en ser ininteligibles, sobre los más obesos temas: el absoluto, la dialéctica, el arte, la filosofía del derecho, de la historia y otras ocurrencias menores.

Este impasible autócrata de las aulas dispara contra la cotidianidad ocupándose de las graduaciones del espíritu, para él no existen ni los sueños, ni amigos, ni sensaciones. Esta constante de ser el absoluto creador. Es a los 35 años una obra de Dostoievski; su mejor amigo, el poeta excelso Holderlin, se ha vuelto loco.

La curiosidad que suscita es comparable a la ignorancia que lo rodea. Kant la personificó como “una lógica de la apariencia, el error y la ilusión” y Fichte fue el primero que usó la trinidad que le atribuimos. Tesis, antítesis y síntesis.

Estas notas inconexas son también la confesión de incapacidad de comprenderlo. “La mies no es para la boca del asno “dirían los que saben.

Quienes intentamos entenderlo proclamamos su “oscuridad”, más por nuestra miopía, que por sus planteamientos. Pese a los esfuerzos de estudio no llegamos a comprender tesis que solo son para mentes privilegiadas, con entrenamiento adecuado.

Hegel es el caso insólito de la filosofía occidental. Es uno de los grandes buzos del alma y su influencia es inexorablemente superior a la de sus rivales en la escuela alemana. Su nombre es evocado por millones de gentes, misericordiosamente ignorantes de sus ideas. ¿Desaparecería su popularidad si su profundidad fuese revelada? Todavía no sabemos si los malentendidos son las ventajas, o mejor, aún, la ventaja.

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