Columna


Por firmas y con aval

GERMÁN DARÍO ZAPATA VERGARA

21 de marzo de 2023 05:32 PM

Los partidos políticos son plataformas ideológicas permanentes; su función es avalar candidatos que se presentan para las elecciones de cargos públicos. Por otro lado, los movimientos políticos surgen como consecuencia de la incapacidad de los partidos para identificarse con el sentir de la gente y el diálogo con las comunidades.

En ese sentido, la Constitución de 1991, habilita la posibilidad para que ciudadanos que no encuentren afinidad con los partidos existentes, puedan ejercer el derecho a elegir y ser elegidos, al postular sus nombres como candidatos por medio de esta figura.

La cantidad de candidatos que buscan firmas para inscribirse, se supone, es muestra de la debilidad de los partidos; sin embargo, en las elecciones para corporaciones se muestran fuertes, van respaldados o tienen candidatos de los mismos que a cargos uninominales salen a buscar firmas. ¿Cálculos maquiavélicos, o mal diseño electoral?

Algunas de las razones, es que los candidatos por firmas, no están sujetos a la misma regulación para el financiamiento de las campañas, de modo que pueden incurrir más fácilmente en gastos sin control de cuentas y hacer propaganda electoral anticipada.

El objetivo por el cual fue creado el mecanismo no se cumple, muchos candidatos salen a recoger firmas, mientras militan, respaldan y promueven partidos políticos, tal vez peor aún, solo salen a hacer campaña, pero ya tienen otro candidato que los financia y es al que se le van a sumar; son camaleones, dicen no identificarse con sus plataformas ideológicas; ¿Entonces por qué paralelamente a la recolección de firmas hacen filas en directorios distritales y nacionales para buscar respaldo de sus partidos?

Por otro lado, el CNE otorga nuevas personerías jurídicas a movimientos, situación que celebro por el bien de la democracia, pero más tarda la resolución, que la llegada de los políticos tradicionales, muchos de ellos cuestionados que ahora predican ser alternativos, de gobierno, de paz, demócratas, buenos ciudadanos dispuestos a gobernar bien, pero hace poco eran críticos e invitaban a votar en contra, porque no era de sus ideología o conveniencia en el momento.

Esperamos de esos nuevos partidos, con personería jurídica para otorgar avales, que lideren procesos propios o establezcan acuerdos con candidatos frescos, capaces, sin cuestionamientos, pero con liderazgo, poder de convocatoria desde las bases para llegar a gobernar con transparencia, sin corrupción, con responsabilidad, decencia y respeto, de no ser así, esas personerías jurídicas estarían sepultándose muy pronto; el elector poco a poco está despertando.

La demagogia, hipocresía, cinismo, capacidad camaleónica, bonitos discursos de los más perversos, de acuerdo al tiempo, modo, necesidad o conveniencia es la que el elector debe identificar para no dar un paso atrás que nos lleve a un abismo peor del que ya teníamos.

“La política no tiene ética”, me dijo alguien, tal vez tiene razón, pero los ciudadanos, sí tenemos el deber moral de elegir bien, son nuestros hijos y nietos los que reciben las consecuencias de una mala elección; como manifestó mi amigo escritor y columnista, Guillermo Zuluaga Ceballos: “¡Hey, Cartagena, pellízcate!

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