Columna


No levantarse por la mañana

“Peligro real es el dejar de ser exportador de hidrocarburos, y, peor aún, el perder la autosuficiencia”.

RODOLFO SEGOVIA

21 de septiembre de 2019 12:00 AM

Lo mejor es no levantarse. Lo aconseja el principio de precaución. Se lo están tratando de aplicar al fracking vía el Consejo de Estado. El Consejo se acompañó de una comisión de la Universidad Nacional convocada para coadyuvar en sus debates. Dos Comisiones internacionales, amplias y con experiencia en fracking, contratadas por el gobierno, habían ya recomendado proceder a experimentar con la explotación, bajo estrictas precauciones. Una tercera comisión se parece mucho a ir de médico en médico hasta encontrar la receta que gusta.

Para recordar, el fracking consiste en perforar pozos tradicionales de petróleo hasta llegar a la formación productora y, desde allí, lanzar un pozo horizontal a lo largo de la misma, que puede extenderse centenares de metros. A través del sistema se inyecta agua con arena y algunos químicos a alta presión para fracturar (frac) la roca (la arena es para que los poros abiertos no se cierren). El agua se recicla. Se logra así un flujo de petróleo y gas desde formaciones poco porosas, inexplotables por métodos convencionales. Es un desarrollo revolucionario que en pocos años ha convertido a los EE. UU. en el primer productor mundial.

Los ecofúricos argumentan posibles daños a los acuíferos. Teóricamente improbable. El fracking se lleva a cabo a grandes profundidades, separadas de los acuíferos por kilómetros de rocas impermeables. En la práctica, la Agencia para el Mediombiente (EPA) de EE. UU. admitió en tiempos de Obama –poco amigo de la industria del petróleo– que después de miles de pozos fracking no había detectado un solo caso de contaminación. Y no es válido excluir esa evidencia afirmando que la industria se desarrolló en EE. UU. en zonas desérticas. El fracking florece también en la formación Marcellus de la densamente poblada Pennsylvania. Por último, se han esgrimido amenazas sísmicas. Lo del fracking no llega ni al nanosismo. Es como culpar inundaciones a la lavada del perro.

El argumento poblacional se extiende en Colombia a las comunidades por el supuesto impacto “ecosocial” que tendría el fracking. En superficie, la explotación es apenas más grande que las tradicionales, conocidas y aceptadas en Colombia desde hace cien años. Es decir: más de lo mismo. De lo que sí se estaría “precausionando” a las comunidades cercanas es de recibir regalías, transformativas cuando ha habido honestidad. Aplíquese más bien el principio de precaución a la corrupción. Aparte de que en manos de los tribunales es una bomba. Toda innovación está amenazada. En tiempos de don Sancho Jimeno, el defensor de Bocachica en 1697, la Casa de la Contratación en Sevilla era inmóvil. Nada cambió hasta cuando el comercio hispano sucumbió ante el contrabando.

Peligro real es el dejar de ser exportador de hidrocarburos, y, peor aún, el perder la autosuficiencia. Ese sí amerita el principio de precaución. En seis años haría de Colombia un país inviable. El fracking podría quizá evitarlo.

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