Columna


Mesmerismo y COVID-19

CARMELO DUEÑAS CASTELL

27 de enero de 2021 12:00 AM

La sala se encontraba en penumbras; una gran mesa rodeada por 8 personas. El anfitrión ingresaba en medio de un silencio absoluto. Quienes asistieron a algunas de esas reuniones describieron que Franz Mesmer vestía una bata de seda y unas lujosas pantuflas. El médico movía una varita o tocaba con su mano a cada asistente. Ellos, a la sazón pacientes aquejados de alguna dolencia, parecían en trance, algunos tenían finos temblores mientras que otros llegaban a paroxismos de convulsiones o gritos. Las reuniones surgieron de la idea que había muchas fuerzas magnéticas en la naturaleza. Tales fuerzas influían en todos los seres vivos. La enfermedad podría curarse mediante la manipulación adecuada de esa fuerza magnética. Tal doctrina recibió el peyorativo término de “magnetismo animal”. En un intento por validar sus resultados Mesmer invitó a algunos intelectuales a revisar su teoría. Con las resultas que muchos cuestionamientos surgieron, lo denunciaron por fraude y debió huir a las volandas de Viena a París. Allí, el mismo Rey, antes de perder la cabeza en la guillotina, creó una comisión para evaluar las teorías de Mesmer. La comisión, compuesta por las mentes más brillantes de la época, como Benjamín Franklin y Lavoisier, terminaron descalificando a Mesmer. Pero, alguna validez tendría al promover el poder curativo de la mente humana. Sin embargo, la pompa y prosopopeya estrafalarias dieron al traste con una buena idea.

Algo similar ha pasado con la COVID-19: arbitrariamente se han probado tratamientos, pócimas mágicas y recomendaciones populares con el rótulo de ser la verdadera cura. Así se perdió la oportunidad que fueran evaluadas por estudios serios que hubieran demostrado lo que hoy sabemos: la mayoría de infectados se curan espontáneamente, hay muy pocas cosas que sirven y se ha hecho mucho daño con otras.

Por otro lado, con el temor de que no se sobrepase la capacidad de salud, el mundo entero buscó camas y ventiladores. Los precios se fueron a las nubes y llegaron ventiladores de dudosa reputación. Esta semana JAMA reportó un estudio en Estados Unidos que mostró que el incremento de pacientes críticos, por encima de las camas de UCI certificadas, sin expansión, se asocia con el doble de mortalidad. En Colombia, con un recurso humano limitado en número, más que ventiladores lo que requerimos son menos pacientes críticos. Y eso último depende de una comunidad solidaria que cumpla las mínimas normas, un Estado comprometido con la atención primaria en salud y la masiva implementación de la estrategia PRASS (pruebas, rastreo y aislamiento selectivo y sostenible). Lo dice la sabiduría popular: “La solución no es de flecha sino de indio”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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