En diciembre de 2019, un mes antes de que terminara ‘El hombre que hablaba de Marlon Brando’, John Jairo Junieles me invitó a comprar películas en el centro de Bogotá. Fuimos a un edificio laberíntico, refundido entre almacenes de ropa y talleres para arreglar celulares, que los visitantes más expertos llaman El Hueco. Allí había un piso entero de vendedores de películas piratas. Junieles los saludaba uno por uno como si los conociera desde siempre y luego se metía en la zona privada de sus mostradores para manosear las mercancías. Parecía un niño fascinado ante una colección de estampas. “¿Ya viste ésta?”, me preguntaba con voz obsesiva, y si la respuesta era un ‘no’, se apresuraba a pagar el DVD y a meterlo en mi bolso. Había en sus selecciones un poco de todo: desde dramas coreanos y chilenos hasta comedias cubanas y documentales estadounidenses. Esa tarde, cuando volvimos a su casa, llevaba consigo más de treinta películas y me había obsequiado otras diez, además de una lista con nombres de largometrajes perentorios que él no pudo conseguir en su feria clandestina del séptimo arte.
Aquella vez descubrí que Junieles es un escritor perdidamente enamorado del cine. Tanto que creo que, a la menor oportunidad, colgará los guayos del oficio literario y se dedicará a escribir guiones que cobren vida en la pantalla grande. Leí ‘El hombre que hablaba de Marlon Brando’ con esta premisa en la mente y la novela pronto se convirtió en un sueño cinematográfico de su autor. Los capítulos no son, por lo general, muy extensos y han sido elaborados con una escritura sobria y fílmica que recuerda el talento de Junieles para la narrativa breve. Uno puede imaginarlos saltando desde las páginas a un plató. Y aunque en la trama resuena la influencia de escritores como Leonardo Padura, Raymond Chandler y García Márquez, sospecho que las claves para navegar en su historia provienen de cineastas como Giuseppe Tornatore, en ‘Cinema Paradiso’, y Paolo Sorrentino, en ‘La gran belleza’. Uno de los personajes centrales, Giuseppe Tomassi –el mejor amigo de Marlon Brando en Cartagena–, casi que es una yuxtaposición entre Salvatore Di Vita y Jep Gambardella.
Leer ‘El hombre que hablaba de Marlon Brando’ es lo más cercano a entrar en un cine de barrio donde el desparpajo de la oralidad convive con la solemnidad de la proyección. Los diálogos, en especial los que promueve Alsino Bitar, mi personaje favorito, están enriquecidos con el ingenio del Caribe y te remiten constantemente a actrices, escenarios emblemáticos, directores y guionistas. Todo es cine en este libro. La literatura es una excusa. Junieles ha creado una novela para personas que, como Santiago Barón, disfrutamos ver películas porque nos hacen creer que allí es posible la magia.
*Escritor.
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