Columna


Imprevisión en la construcción

“Como es natural, este tipo de elementos o estudios rigurosos para prevenir los derrumbes o erosiones, pueden llegar a tener costos de consideración y es claro que (...)”.

JORGE MENDOZA DIAGO

20 de junio de 2019 12:00 AM

La desoladora sensación que queda con los continuos derrumbes que se están presentando por estos días sobre varias carreteras del país, es que para el Estado a través de sus agencias a cargo, ministerio del ramo y aún para los entes territoriales, los concesionarios, los organismos de control y los gremios de la infraestructura, solamente hay un causante del desastre, la madre naturaleza, por lo que nadie responde y las declaraciones de los implicados causan indignación.

Los taludes o laderas, que pueden ser artificiales o naturales, tienen desde luego características geológicas y geotécnicas definidas y en ocasiones variables en el tiempo, pero en todo caso, predecibles con estudios serios de ingeniería. También desde luego es fácil detectar corrientes de aguas de cualquier origen que puedan lesionar la estructura del talud, los riesgos de la deforestación e incluso las cargas eólicas o de otras clases, para lo que se acude a intervenciones, algunas veces sencillas de solo reposar los gradientes, analizándolos desde el escarpe hasta el pie o de relativa o total complejidad con intervenciones invasivas.

Existen además unos elementos topográficos identificables y medibles como son la longitud del talud, su propia pendiente, la convexidad vertical, la curvatura horizontal y el área de la cuenca del drenaje, que ejercen una acción determinante en el comportamiento geotécnico, sobre los cuales la ingeniería tiene muchas medidas no solo de mitigación sino de estabilizar estos elementos que usualmente acompañan a las vías y así evitar los colapsos.

Frente a la ocurrencia tan continua, casi permanente, de estos fenómenos como en el caso de la vía que de Bogotá va al Llano, es pertinente concluir que, o no se hicieron las consideraciones técnicas indispensables para estos taludes contiguos a la vía, o si las hicieron, no tuvieron el necesario rigor para una obra de semejantes características. Es algo frecuente también en Cartagena, en donde se han diseñado y construido estructuras complejas para los desagües pluviales, por ejemplo, se hace una inversión considerable y resulta que no funcionan para lo que fue previsto.

Como es natural, este tipo de elementos o estudios rigurosos para prevenir los derrumbes o erosiones, pueden llegar a tener costos de consideración y es claro que, magnifican el valor ordinario de la obra, pero en la mayoría de los casos, inferior a las pérdidas materiales que por lo general incluyen vehículos pesados de costo elevado, el propio gasto de la remoción del material erosionado, el cierre vial y lo peor, frecuentemente con pérdida de vidas humanas. Además, cuando empieza el proceso de degradación de la ladera, muchas veces intervenida severamente durante la construcción de la vía, se hace más difícil y costosa su estabilización.

*Ingeniero Civil, especialista en Gerencia de Proyectos.

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