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Una semana por tres

En cosa de una semana, este país que resiste lo que somos y en el que resistimos por lo que él mismo suele ser, nos trae y nos lleva.

9 de diciembre de 2018 Por:

En cosa de una semana, este país que resiste lo que somos y en el que resistimos por lo que él mismo suele ser, nos trae y nos lleva.

Comienzo por el domingo 2 y las bodas de plata (aquí, al final, todo se vuelve fiesta) del último día de Pablo Escobar Gaviria. No sé cómo han pasado tantos años (25) de su muerte y el hombre sigue tan vivo. No solo con en el negocio que lo hizo multimillonario, sino en esa otra herencia maldita, la llamada cultura traqueta.

Pasar por ‘duro’, por ‘patrón’, por ‘entos qué, papá’ es lo que manda en estos tiempos. Culto a eso se rinde a diario. Mejor dicho, le compramos el modelo al tipo y se lo mejoramos (o, más grave, se lo empeoramos).

Más allá de que te ganes la vida de la mejor manera, lo importante para algunos es que te vean así, como a don Pablo. Hay que pisar duro y dejarse ver como ‘duro’, intimidar de entrada, ser aletoso y visajoso; en resumidas cuentas, ‘varón’. Y que digan lo que quieran.

Esto nos durará un tiempo. De hecho es un tema aspiracional. Mejor dicho, allá es dónde hay que llegar: a tener plata y hacerla sentir. Pasa con el que tiene, pero también con el que no. Con el primero se topa uno en cualquier lado, solo tómese el trabajo de mirar al lado.

El otro, está ahí, empeñado en llegar. Es quizás el muchacho que conocí tres años atrás en el centro del Valle y que llegó un día a una cita de fútbol con la cédula del capo estampada en su camiseta, orgulloso y desafiante. “Me la regaló mi mamá”, fue su punto final a cualquier inquietud. Hace dos meses lo enterraron junto a sus sueños y a sus zapatillas nuevas, con la serenata de mariachis de rigor. Dirán que algo es algo.

Cierro esa puerta de domingo y abro la del martes 4 para encontrarme en la tele con Caterine Ibargüen, mejor atleta del mundo en 2018. Los reflectores están puestos en ella y hay un príncipe de verdad a sus pies. No solo es la mejor de todas este año, sino el mejor de todos los mejores deportistas de nuestra historia hasta la fecha. Es Caterine la fe. Y es la esperanza. Y es un faro. Por cada Caterine más, hay un riesgo menos.

Devuelvo entonces la página un momento y evoco al chico aquel de la camiseta, con el balón en los pies o en procura de hacerse a él. En algún momento ella, la campeona, allá en el Urabá, y él, por los lados de Tuluá, estuvieron en el mismo estrecho partidor de las oportunidades. ¿Cuántas veces pasa esto? ¿Cuántas otras estará pasando en este mismo instante?

Salto ahora al viernes 6. El hombre que acaba de morir fue presidente de la República, de ese mismo país en el que alguien dijo que se es primero presidente para poder luego sí ejercer como expresidente.

Belisario Betancur fue también parte de esta nuestra realidad única. No se sale siempre de un hogar humilde de Amagá, como parte de una familia con 22 bocas y la obligación de echar para adelante, para llegar al primer cargo de la nación. Ni se tiene la tozudez de intentarlo tres veces, todas a contracorriente. Ni sacar en el ejercicio del poder alma liberal sin negar ser un conservador, para avergonzar no a los conservadores sino a los propios liberales.

Aparte de hacer eso tan extraño como asumir responsabilidades, en ese mismo país donde quienes resultan ser responsables, tienen la asombrosa capacidad de caerse para arriba.

Eso fue Belisario, ni peor ni mejor que otros, nada más que un ser humano amigo de las letras y dueño del mejor defecto en un político en ejercicio, la discreción.

Una semana en tres hechos de esos muchos con que escribimos esta historia, tan nuestra y tan compleja.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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