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Nada más que justicia

Justicia, nada más que justicia. Eso piden las víctimas y eso es lo que, junto a ellas, reclamamos como sociedad.

9 de marzo de 2021 Por: Vicky Perea García

Ha dicho la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer: “Ante nuevos casos de violencias contra las mujeres que se presentaron en los últimos días, Gobierno Nacional en coordinación con autoridades competentes, activaron mecanismo articulador territorial y protocolos respectivos”.

No voy a preguntar por la redacción, pero sí por esto: ¿En vista de las particulares, y terribles, condiciones de violencia que a diario acompañan la vida de no pocas mujeres en este país, no deberían estar siempre activos el “mecanismo articulador territorial y protocolos respectivos”?

Porque esto no es nuevo sino escandalosamente viejo y permanente. En promedio, cada día en Colombia murieron asesinadas 2,2 mujeres en períodos de medición establecidos entre 2019 y 2020 por Medicina Legal (Ver Observatorio de Violencia contra la Mujer de esa entidad). Además, ¿cuántos de esos casos (557 en total) fueron feminicidios? No se sabe. Lo cierto es que, al igual que la guerra, este monstruo es muy grande y también pisa fuerte.

Sí, el Gobierno Nacional dice andar preocupado por casos que, para nada, son aislados, pero que bien reflejan el amplio espectro de esta otra tragedia nacional. Cita esa consejería a Evelyn Paola Carrillo Ciro, asesinada por su pareja sentimental en el occidente de Bogotá el 21 de febrero de 2021. También, a quienes han padecido la infame persecución de Jaime Cuéllar, presidente de la Liga Vallecaucana de Boxeo, señalado de “cometer -durante al menos diez años- delitos sexuales y acosar sexualmente a las deportistas de esta disciplina”. Y a Jacky Daniela Albarracín Barbosa, víctima de amenazas de muerte y violencia intrafamiliar presuntamente cometidos por Carlos Ernesto Fajardo Castiblanco.

Más preocupadas están ellas, las mujeres, el blanco al que apuntan tantas de esas violencias.

Pero hay algo sobre el mismo tema que va más allá de los tribunales. Hablo de la forma como estos “emperadorcitos que siguen haciendo de las suyas a expensas de las necesidades ajenas” (como los retrata de pies a cabeza Paola Gómez en su columna ‘Acoso sexual en el ring’ , hacen uso del más primitivo instinto cavernario para abusarlas y pretender silenciarlas, con ese lenguaje tan suyo desde el que disparan dominación y amedrentamiento.

Ahí está el ahora expresidente Cuéllar: “La otra semana te doy los 56 (mil pesos) que te faltan pa’l otro mes (...) Venga por la tarde tipo 3 o 4 que no hay nadie aquí. Me escribe y me dice ‘Cuéllar estoy bien ya voy a ir’ y te sigo dando, cada que vengas te doy. Conmigo no va a tener problema. Lo que haga usted o lo que haga yo no lo sabemos sino usted y yo...”.

Y Rubén Villa, sujeto que no alcanzó a entrar en la relación de la Consejería. Locutor de profesión (se hace llamar ‘La voz de Quilla’), le dio una paliza a su expareja en un centro comercial de Soledad, y agredió además a quien la acompañaba. Ahora grita, desafiante: “He tenido 50 novias en Santa Lucía, y de esas 49 pueden decir si yo tuve siquiera la intención de levantarles la mano (...) todas ellas podrían testificar en una audiencia ridícula por un problema sencillo”. Y remata que no irá preso “nada más por esta pendejada”.

Y Fajardo Castiblanco -presa, dicen quienes le conocen, de veleidades nazis- y muy eufemístico a la hora de contar sus tenebrosos antecedentes: “Hace unos años tuve problemas con la ingesta de alcohol (...), se presentaron diferencias con mi pareja sentimental de entonces (...), altercados verbales mutuos y producto de mi inmadurez de ese entonces ella me hizo acusaciones muy fuertes…”.

Justicia, nada más que justicia. Eso piden las víctimas y eso es lo que, junto a ellas, reclamamos como sociedad. Justicia, ojalá pronta y cumplida, sin shows. Y sin más luces que las de la verdad.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR

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