Mujeres en pandemia
Proteger a la mujer, para proteger a la sociedad, debe ser ahora la prioridad tras un año francamente extenuante.
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer debe poner también, sobre el tapete, el debate sobre el impacto que ha tenido la pandemia en vida personal y laboral de las mujeres.
Bastante diciente es el estudio global de Deloitte, que muestra cómo el 82% de las mujeres encuestadas dijo que su vida se ha visto afectada de forma negativa por la pandemia, y casi el 70% de quienes reportan sentir el peso de esta coyuntura global están seriamente preocupadas por su capacidad para progresar en sus carreras.
Es un secreto a voces, en muchos entornos académicos, que la mujer ha sido la principal encargada, y la por más tiempo encargada, de velar por la educación a distancia de sus hijos, en malabares que suponen mantener todas las pelotas en el aire mientras la vida laboral sigue su ritmo o incrementa su ritmo.
Sin contar con que el cuidado de los familiares, en especial los más enfermos y los más frágiles económicamente, suele ser una tarea que se le delega a la mujer, o que ella asume de forma casi orgánica sin que el entorno, acostumbrado a que ella duplique y triplique su energía dadora sin queja ni muestras de cansancio, se inmute.
El tiempo personal de la mujer ha sido otro gran damnificado de esta pandemia, por lo mismo: se asume que el tiempo de la mujer es el tiempo grupal de la familia, un tiempo compartido, un tiempo gremial o gregario, un tiempo que muchos pueden saquear sin sonrojo, de tal manera que el agotamiento y la falta de espacios para el descanso, el sueño, el ocio, o para las tareas personales de realización, ha sido arrasado sin piedad.
Pocos se preguntan qué desequilibrio de cargas lleva la mujer a puerta cerrada, y es el momento de empezar a preguntárselo sin asumir que nada ocurre.
Tómese un momento para hacer el repaso mental de las mujeres de su entorno laboral, empresarial, familiar, social; un momento para llamar o preguntar, para expresar el deseo genuino de saber cómo sobrellevan las mujeres esta temporada que, tras un año, las ha exigido a niveles inimaginados de presión. Entre otras, financiera.
Porque la mujer, sobre todo en esta cultura, tiende a callar y a llevar con un estoicismo sorprendente la carga cómoda que la sociedad pone sobre sus hombros amparada, más que nada, en un rol asignado que ya nadie cuestiona, a fuerza de repetición generacional: el aguante.
Proteger a la mujer, para proteger a la sociedad, debe ser ahora la prioridad tras un año francamente extenuante.
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