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Dama de compañía

Anne Tennant, Lady Glenconner, nacida Coke, estaba destinada a tener una vida fácil.

27 de noviembre de 2020 Por: Óscar López Pulecio

Anne Tennant, Lady Glenconner, nacida Coke, estaba destinada a tener una vida fácil. Hija mayor del quinto Conde de Leicester, vecina de Sandringham la casa veraniega de la familia real, sus compañeras de juego eran las dos princesas Isabel y Margarita Rosa, hijas del Rey Jorge VI, a cuya cabeza había ido a parar la corona luego de la abdicación de su hermano Eduardo VIII para casarse con Wallis Simpson. Se casa con Colin Tennant, heredero del Segundo Barón Glenconner, rico como Creso. Es escogida por su aspecto, bella, alta, rubia, y su origen, como dama de honor en la coronación de Isabel II en 1953 y años después como dama de compañía de la Princesa Margarita, cargo que desempeña hasta la muerte de ésta, en 2002, producida por los excesos del buen vivir.

El retrato perfecto de una aristócrata ociosa y superflua sirviendo en las jaulas doradas de la monarquía, igualmente superflua en estos tiempos democráticos, con su agobiante protocolo, sus millones y una patente de corso para hacer lo que se le antojara siempre que nadie se diera cuenta. Cuando empieza a recordar a pedido de un editor, a los 86 años, sus experiencias con la princesa Margarita, quien era la loca de la casa, termina produciendo un best seller internacional, Lady in Waiting, (Thorndike Press, 2020, aun no traducido al español), cuyo enorme éxito consiste en que su propia vida resulta mucho más interesante que la de la Princesa, que ya es mucho decir.

Le pasa de todo a la pobre Anne. Su marido resulta ser un personaje excéntrico, temperamental, despilfarrador, cuyas locuras son legendarias. Ella trata de seguirlo en un rastro esplendoroso de mansiones señoriales y elegantes casas londinenses, sin enterarse mucho de lo que hacen sus hijos, al cuidado de niñeras e internados, hasta que terminan en el lugar más improbable, la isla caribeña de Mustique, que él compra. Un lugar sin agua dulce y sin electricidad plagado de mosquitos, que convierten con el paso de los años en el lugar de recreo de la Café Society de entonces, el Jet Set de hoy.

Con la ayuda de la Princesa Margarita, por supuesto, que es la Lady Di de la época, bella y casquivana. Colin le regala una casa, en donde se refugia con su amante Roddy Llewellyn, jardinero paisajista, que es como una versión joven del marido Anthony Armstrong-Jones de quien se ha divorciado. Luego vienen las amarguras para ambas. Margarita es una alcohólica, insatisfecha con la suerte miserable que le ha tocado, que fuma demasiado y muere a los 72 años. De los hijos de Anne, uno sale del clóset después de su matrimonio y muere de sida; el otro un drogadicto sin remedio muere joven y el tercero se estrella en una moto en Nicaragua y está en coma por seis meses.

El marido vende Mustique pero se queda en el Caribe, en la isla de Trinidad, adonde lleva un elefante como mascota. Hereda una fortuna enorme al morir su padre y se la deja en su testamento al cuidador del elefante. Ella no hereda tampoco nada de su padre, quien no tiene hijos varones. El título y la casa solariega de Holkham en Norfolk, con sus tierras, van a dar a un primo según las desuetas leyes de mayorazgo. En una casa de las vecindades, vive hoy en día, sin mucho dinero, pero con estilo. La moraleja del libro, escrito con indudable buen humor, a sus expensas, es que ni el dinero ni la nobleza garantizan la felicidad, pero si placeres inesperados, cosa que ya se sabía.

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