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9 de abril

Para quienes lo vivimos, es imposible no recordar que el 9 de abril de 1948 Colombia sufrió uno de los episodios más dramáticos de su historia.

8 de abril de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

Para quienes lo vivimos, es imposible no recordar que el 9 de abril de 1948 Colombia sufrió uno de los episodios más dramáticos de su historia. Aquel día, a la una de la tarde, al salir de su oficina de abogado en Bogotá, un oscuro sujeto, Juan Roa Sierra, baleó al jefe del Partido Liberal Jorge Eliécer Gaitán, quien falleció minutos después. El asesino murió linchado.

Hay quienes creen que la violencia política que padeció el país por aquellas calendas surgió aquel día. No es así. Por la división liberal en 1946 con dos candidatos irreconciliables, el mismo Gaitán y Gabriel Turbay, triunfó el Partido Conservador con Mariano Ospina Pérez, ingeniero antioqueño poco conocido en la política.

En jugada maestra, el jefe azul Laureano Gómez aplazó su aspiración presidencial, que aterraba a los liberales, para poner a Ospina, que no les causaba temor. Pero le impuso a Ospina contraprestación: garantizar que su sucesor en 1950 fuera Gómez, y que para ello debía apelar a “todos los medios de lucha”.

Ospina inició su Gobierno con gabinete paritario de liberales y conservadores, lo que irritó a sus copartidarios que le demandaban hegemonía. Simultáneamente, la Policía empezó a perseguir a los contrarios, y luego aparecieron ‘los pájaros’, génesis de lo que hoy conocemos como paramilitares, civiles armados protegidos por el Gobierno.

Gaitán, el 7 de febrero de 1948, convocó en la Plaza de Bolívar de Bogotá una gigantesca manifestación en la que lanzó un ‘memorial de agravios’ al presidente Ospina, exigiéndole que frenara ese leviatán de muerte. En ese discurso Gaitán dijo que esa muchedumbre que pedía garantías, podía, si no se las daban, apelar a la legítima defensa. Juzgo que esa fue su sentencia de muerte.

No creo, como muchos de mis copartidarios, que el gobierno conservador hubiese ordenado el crimen. Sostengo que Roa obró en solitario, pero estaba inmerso en el ambiente de odio que despertaba el líder, a quien los ‘oligarcas’ de ambos partidos detestaban y temían.

Roa le dijo días antes a su concubina que pasaría a la historia con un acto heroico, y ese acto fue asesinar a Gaitán. Pasó a la historia.

Gaitán es el más grande caudillo popular en esta tierra de caudillos. Hijo de librero y maestra de escuela, al recibirse de abogado viajó a Roma a especializarse en Derecho Penal. Al volver a Colombia ingresó a la política y fueron memorables sus debates en el Senado denunciando la matanza de las bananeras en Ciénaga. Al llegar el liberalismo al poder en 1930, Gaitán ocupó altos cargos, ministro de Educación y alcalde de Bogotá.

En 1947 alcanzó la jefatura única de su partido, y en ella estaba cuando sonaron los tres tiros del vetusto revólver de Roa Sierra. El pueblo liberal montó en cólera por el asesinato del ídolo, y como el partido no tenía otro conductor en su reemplazo, la turba enloquecida se dedicó al licor y al saqueo. El centro bogotano fue incendiado, y Ospina hábilmente dilató su reunión con algunos dirigentes liberales mientras el gobernador de Boyacá, José María Villarreal, enviaba tropas desde Tunja, que lograron debelar el alzamiento. Hubo 3000 muertos en la capital.

Recuerdo, como si fuera ayer, a Gaitán hablando a sus parciales en el Parque Boyacá de Tuluá. La gente entraba en un estado de elación mística. “Yo no soy un hombre, yo soy un pueblo”. Y ese pueblo le creía, y lo adoraba.

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