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Administrar Metrocali

Si tuviera capacidad para programar y controlar cumplimiento efectivo el sistema tendría hoy más del doble de usuarios, y Metrocali se habría orientado, como entidad de servicio, a atender las necesidades y expectativas de la población.

16 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

Metrocali tiene la tarea de resolver el grueso del problema de movilidad en Cali. La administración de Maurice Armitage hizo acuerdos con casi todos sus operadores para terminar procesos litigiosos mediante cambios importantes en la relación contractual, pero omitió la natural condición suspensiva: que todos aceptaran.

GIT, uno entre cuatro operadores persistió en su proceso arbitral, y obtuvo indemnización por casi $180 mil millones. Esta circunstancia pone en entredicho la sostenibilidad de Metrocali. Sin embargo, el problema de fondo de la institución no es siquiera el financiero que el fallo acarrea: ha tenido muchísimos gerentes, casi uno por año, nombrados por los alcaldes, y sus juntas no han tenido la permanencia ni la autoridad necesarias para darle rumbo definitivo a la entidad.

Al igual que en el caso de Emcali, la gerencia está atada al alcalde de turno, y no tiene la perspectiva de largo plazo necesaria para transformar el sistema de transporte masivo, hoy la solución para quienes no tienen alternativa, con menos de medio millón de usuarios por día, y volverlo la mejor solución para todos los habitantes que necesiten movilidad más allá de lo que puedan hacer a pie o en bicicleta.

Los problemas comenzaron con la decisión de no hacer el tren ligero recomendado por los expertos a lo largo del corredor férreo y la línea complementaria, por la troncal de Aguablanca hasta la Calle 26. Se adujo que el modelo con buses articulados en las vías principales propuesto para Bogotá por Enrique Peñalosa funcionaba bien en Curitiba, Brasil, ciudad que hoy tiene tren ligero, y que el esquema reducía la inversión de la Nación en el proyecto, lo cual no resultó cierto, pues la suma de las obras ejecutadas excedió en casi el doble el presupuesto original.
Además el contrato con el proveedor de los servicios de venta y recaudo no se concibió como fuente de información para la programación de rutas según el día y la hora, con el fin de atender las necesidades en forma efectiva.

Si tuviera capacidad para programar y controlar cumplimiento efectivo el sistema tendría hoy más del doble de usuarios, y Metrocali se habría orientado, como entidad de servicio, a atender las necesidades y expectativas de la población.

Se necesitaría otro elemento esencial: la creación de la Autoridad Única de Transporte, donde convergirían los responsables por la planeación de la ciudad, sus finanzas, su infraestructura y su movilidad, así como la administración de Metrocali y algunos profesionales independientes, de reconocida solvencia, cuya participación daría estabilidad a esta entidad. Este esquema se ha puesto en práctica en muchas urbes, con buenos resultados. Se trata de reconocer que el asunto no es de número de buses, como parece creer el alcalde Armitage, sino de acertar en la atención a necesidades que evolucionan con la ciudad.

La realidad de Cali ofrece oportunidades de densificación en el Centro Ampliado con intervención en gran escala, y permite usar el eje vial como corazón del sistema de transporte masivo. No puede limitarse al tren intermunicipal. Es preciso pensar en grande para hacer de Cali ciudad sostenible.

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