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Buenaventura por su nombre

Buenaventura quedó hace décadas atrapada sin salida en una red de tejidos de varias fibras siniestras: pobreza, corrupción, atraso, narcotráfico, violencia.

7 de marzo de 2021 Por: Vicky Perea García

Germán Vargas Lleras puso en letras de molde el problema de Buenaventura: una ciudad fallida. En su última columna de los domingos, que ha convertido en una tribuna para repetirle al país lo bien que él considera que lo hubiera gobernado, el exvicepresidente llama a Buenaventura “ciudad fallida”. Duro, pero como anillo al dedo. A quien le quepa duda sobre la percepción, debería remitirse a un artículo en el periódico londinense The Guardian de hace dos semanas que llama al puerto ‘La capital colombiana del horror’.

Buenaventura quedó hace décadas atrapada sin salida en una red de tejidos de varias fibras siniestras: pobreza, corrupción, atraso, narcotráfico, violencia. Cuál es el detonante de qué, ya no se sabe con certeza. La otra cara de la moneda, la enormidad de la riqueza que circula por la ciudad, tanto la legal como la ilegal, junto con la inmensidad de su miseria.

Mientras Vargas Lleras señala a las obstrucciones legales al desarrollo de infraestructura como la causa eficiente de sus problemas, The Guardian cita fuentes que acusan a la inacción de varios gobiernos locales y nacionales. El problema, siendo múltiple, podría requerir políticas concertadas de diversa naturaleza y diferentes orígenes.
Militarizar el puerto como viene sucediendo desde 2014 no funciona para enfrentar la corrupción de la familia Ambuila. Tampoco sirve fortalecer o depurar los mecanismos de consenso y consulta para los problemas de las casas de pique o el pandillaje que controla el microtráfico. Y la corrupción de las consultas que inciden en la parálisis de los proyectos de desarrollo, no se resuelven con más consultas sino con un rediseño a fondo del mecanismo.

La mejor evidencia de la escasa funcionalidad del enfoque de tubo que solo ve un problema y una solución donde hay multiplicidad de factores, es precisamente que la militarización lleva 7 años y los problemas van creciendo en magnitud y en complejidad.

Mientras tanto, las soluciones se van aplazando y los problemas crecen, al punto que lo que un día podía tener una respuesta relativamente sencilla de aplicar y financiar se convierte en un conflicto gigantesco por el simple paso del tiempo, hasta que termina un dirigente político como Vargas Lleras llamando a nuestro único puerto viable en el Pacífico, una ciudad fallida.

Justo cuando nuestra identidad como país de la Cuenca del Pacífico es más importante que nunca por la evolución de los negocios en doble vía con China, nuestro segundo socio comercial, la situación de Buenaventura es más penosa y desesperanzadora que nunca. No olvidemos que la primera carga hacia China del nuevo orgullo exportador colombiano, el aguacate Hass, salió por ese puerto.

Colombia no puede quedarse pensando en las mejores soluciones posibles, porque deja de tomar decisiones buenas y necesarias. En eso consiste la Falacia de Nirvana, la falsa dicotomía de agravar un problema esperando hacer lo óptimo.

Pensando en nuestra capacidad exportadora al destino comercial más activo del mundo, el gobierno debe tomar decisiones críticas y urgentes para que no se deteriore más. No se trata solo de la situación de orden público, seguridad y criminalidad en el puerto, sino también en la ejecución de obras viales para mantenerlo conectado con las zonas productoras del país, no solo el Valle sino toda Colombia y preservar el calado a unas profundidades que lo hagan competitivo. No es una cosa u otra, es todo.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos