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Alemania estudia reducir “casi a cero” los viajes internacionales para protegerse de las nuevas variantes

Merkel quiere permitir únicamente desplazamientos esenciales como está haciendo Israel

Elena G. Sevillano
Intervención este martes de Angela Merkel en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), celebrado por videoconferencia.
Intervención este martes de Angela Merkel en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), celebrado por videoconferencia.SALVATORE DI NOLFI (EFE)

El Gobierno alemán está estudiando reducir “casi a cero” los vuelos internacionales para tratar de protegerse de la entrada de las nuevas y más contagiosas variantes del coronavirus. Alemania quiere limitar al mínimo posible los viajes no esenciales a su territorio sin tener que cerrar las fronteras como ocurrió durante la primera ola de la pandemia. Y para ello se está fijando en Israel, que desde este martes tiene cerrado el aeropuerto internacional Ben Gurion de Tel Aviv mientras lidera el ritmo de vacunación en el mundo. La expresión “casi a cero” la usó el ministro del Interior de Angela Merkel, Horst Seehofer, en declaraciones al diario Bild. “El peligro que representan las diferentes mutaciones del virus exige que estudiemos y debatamos medidas drásticas”, señaló.

Las medidas, aún por concretar, incluyen “controles más estrictos en las fronteras, sobre todo en las zonas consideradas de alto riesgo”, precisó Seehofer. Alemania lleva días enviando mensajes al resto de Europa: quiere que sus vecinos adopten medidas estrictas para rebajar la incidencia del virus, como están haciendo ellos, y ha amenazado con restricciones a la libre circulación de personas si no ocurre. El ministro del Interior recordó que la población alemana está aceptando medidas muy duras —la hostelería, el ocio y la cultura llevan cerradas desde noviembre; en diciembre cerró todo el comercio no esencial y los colegios no han reabierto tras las vacaciones de Navidad— y que no entendería que el Gobierno no protegiera a sus ciudadanos “de la mejor manera de una posible explosión de casos”.

La situación epidemiológica de Alemania, que este martes ha comunicado 6.408 nuevos casos y 903 muertes más, es sensiblemente mejor que la de algunos de sus vecinos como la República Checa, con la que comparte trabajadores transfronterizos. Según los últimos datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés), referidos a la segunda semana del año, la incidencia a 14 días en Alemania era de 319 casos por 100.000 habitantes, mientras la República Checa contabilizaba 1.363. Con el paso de los días el número de contagios diarios en Alemania ha ido descendiendo, según recogen las estadísticas del Instituto Robert Koch y ahora la incidencia ronda los 220 casos por 100.000 habitantes (el instituto ofrece el dato de la incidencia a 7 días, que es de 108). Su curva es descendente desde el 13 de enero. Pese a la mejoría de los datos, el Gobierno acordó la semana pasada con los Estados federados ampliar las restricciones actuales hasta el 14 de febrero por precaución.

Alemania no está afectada por la propuesta que hizo el lunes la Comisión Europea para restringir los movimientos de entrada y salida de las zonas con elevada incidencia (más de 500 casos por 100.000 habitantes en 14 días). Ninguno de sus estados federados supera esa cifra. Sin embargo, Angela Merkel no quiere que los alemanes viajen fuera de sus fronteras ni que lleguen turistas de fuera. “En la medida de lo posible no debería existir ningún viaje por turismo”, dijo la canciller a diputados de su partido en una reunión interna, según ha publicado el diario Bild. “Tenemos que ser más estrictos, de lo contrario, en 14 días volveremos a estar donde estábamos”, añadió.

Hasta hace unos días Alemania exigía a quienes llegaran del extranjero una cuarentena de 10 días. Ahora se exige también una PCR negativa realizada en las 48 horas anteriores a la llegada al país a quienes provengan de áreas de elevada incidencia o que hayan detectado amplia presencia de las nuevas variantes, entre las que se encuentran países europeos como España y Portugal.

Un hospital cerrado por la variante británica

El miedo a la variante británica, que ha desbordado el sistema de salud del Reino Unido, ha provocado que las autoridades tomen medidas drásticas, como el cierre de un hospital berlínes de 600 camas tras detectarse un brote de esta variante. El pasado viernes por la noche se decretó la cuarentena del centro tras hallar, en controles rutinarios, 20 contagios con la mutación británica del virus. Desde entonces la clínica Humboldt, en el distrito de Reinickendorf, no ha aceptado más pacientes y ha derivado urgencias, partos y consultas a otros centros. Los trabajadores también están en cuarentena y solo pueden trasladarse entre sus domicilios y el hospital. La empresa propietaria del centro proporciona el transporte a quienes no tienen vehículo particular y ha prohibido la entrada de personal temporal y de proveedores.

Un 2% de la población alemana (1,6 millones de personas) ha recibido la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus, según el Instituto Robert Koch. La campaña de vacunación avanza lentamente por la escasez de dosis y de forma irregular, con estados mucho más avanzados que otros. Merkel ha reconocido este martes la lenta respuesta de su Gobierno a la pandemia. “La velocidad con la que actuamos dejó mucho que desear”, dijo durante su intervención en el Foro Económico Mundial, y atribuyó la lentitud a la burocracia y al tímido desarrollo de la digitalización en el país.

Información sobre el coronavirus

- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia

- Buscador de restricciones: ¿Qué puedo hacer en mi municipio?

- Así evoluciona la curva del coronavirus en el mundo

- Descárguese la aplicación de rastreo para España

- Guía de actuación ante la enfermedad

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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