Integridad: virtud difícil en Colombia | El Nuevo Siglo
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Viernes, 20 de Septiembre de 2019
Wilson Herrera Romero. PhD *
En una sociedad injusta, en la que la corrupción campea, los ciudadanos del común viven en una especie de incertidumbre y confusión moral. Nueva entrega de la alianza entre EL NUEVO SIGLO y la Procuraduría General

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En “Un tal Bernabé Bernal”, una novela de Álvaro Salom Becerra que marcó a varias generaciones, se cuentan las vicisitudes de alguien que trata de ser honesto en diversas circunstancias, y que en el marco de una sociedad pacata y de doble moral como la bogotana de mediados del siglo XX, tiene una vida miserable para él y para los suyos.

Bernabé, el personaje central de la novela, en sus años de colegio, era de esos estudiantes buenos, que son objeto de burla de sus compañeros pero que también era explotado por estos para hacerles las tareas escolares. A lo largo de su vida adulta, Bernabé tiene varios puestos en la burocracia del Estado, pero, una y otra vez, es despedido por no dejarse sobornar. Para obtener trabajo, Bernal tiene que dejar de lado sus creencias políticas y volverse adepto del partido político de su jefe y de quien tiene el poder de conseguirle el puesto.

Como bien lo señala Alexander Peña, en la reseña que hace de la novela, Bernabé Bernal es honesto, pero también sumiso y pusilánime. En este sentido, se podría decir que a Bernabé le falta eso que llaman integridad, pero aun así la novela muestra que, por ser honesto, él tiene una vida económicamente precaria.

Uno de los aspectos más interesantes de la novela es que nos muestra cómo en Colombia, para las personas comunes y corrientes, ser íntegros moralmente puede llegar a ser algo trágico, pues serlo puede costarle a la persona el trabajo, e incluso la vida. Una prueba de esto último son los asesinatos de los líderes sociales que, valga la pena recordar, no son un fenómeno reciente. En general, en Colombia, quien defiende los intereses de sus comunidades puede poner en riesgo su vida y las de sus familiares.  

En Colombia, hay muchos ciudadanos que defienden su integridad moral en circunstancias que son adversas. Lo que les pasa tanto a los líderes sociales como a Bernabé Bernal es que, en una sociedad constituida por unas instituciones y una cultura que van en contravía de lo que debe ser una sociedad decente, el deshonesto, el que no tiene escrúpulos, el que está dispuesto a usar la fuerza y tiene como hacerlo es al que le va bien, es el que es reconocido, por los demás, como ejemplo de sagacidad e inteligencia.

 

Constantes históricas

Una revisión somera de la historia de Colombia nos muestra que, junto con la violencia, la corrupción ha sido una constante. A pesar de los múltiples cambios institucionales y legales que se han hecho en el país, con cambio de constitución incluida, la falta de transparencia tanto en al ámbito público como en el privado sigue campeando.

Si bien hoy en día hay una legislación y políticas públicas dirigidas a garantizar la transparencia y a luchar contra la corrupción, aún hay muchas personas honestas e íntegras a las que les sigue yendo mal en la vida. Lo que esto muestra, tal vez, es que no basta con modificar las leyes para cambiar la realidad. En Colombia somos muy dados a creer que para atacar los problemas que nos conciernen como sociedad, como la pobreza, la violencia y la corrupción, es suficiente con cambiar la ley.

ENS

En el caso de la corrupción, ciertamente los cambios institucionales y legales son clave, pero cuando esta práctica es extendida y recurrente se requiere un cambio en nuestro ethos, en la manera como los ciudadanos de este país conciben la manera de tratarse los unos a los otros. Se necesita, pues, de un cambio cultural, que no se da de la noche a la mañana y que solo puede hacerse con la participación de todos los ciudadanos, pues la condición de posibilidad de dicho cambio es que cada uno de nosotros, en nuestra vida cotidiana, esté dispuesto, de manera efectiva, no en el discurso, a cuidar y preservar eso que llamamos lo público, que parafraseando a Hannah Arendt, es aquello que nos une y nos permite florecer como seres humanos.   

El proyecto

A principio de este año, un grupo de ciudadanos preocupados por lo que estaba pasando con la ética de lo público en este país se puso en la tarea de construir un proyecto que busca promover la construcción de una sociedad en la que la integridad moral no sea simplemente un ideal, sino una parte constitutiva de nuestra cultura ciudadana. Una parte de este esfuerzo estuvo dedicado a reflexionar sobre qué significado y alcance tiene la integridad. Después de muchas discusiones, el grupo, que se denominó a sí mismo como Acciones pro integridad, llegó a la siguiente definición provisional:

“La integridad es parte esencial del carácter de una persona autónoma y libre y consiste en esforzarse por decir y actuar de una manera coherente con su sentir y pensar, siempre teniendo en cuenta la dignidad de todo aquello que merece consideración y respeto. Quien es íntegro cuida de los otros y se preocupa por los intereses y derechos de sus conciudadanos. Es inherente a la persona íntegra el coraje para hacer valer en distintas circunstancias lo que considera justo, pero al mismo tiempo está dispuesta a escuchar y a cambiar de opinión por las buenas razones de propios y extraños”.

En una sociedad injusta, en la que la corrupción campea, los ciudadanos del común viven en una especie de incertidumbre y confusión moral. Dicha incertidumbre se refiere en parte a que los ciudadanos, aunque alcanzan a percibir en penumbras lo que distingue a una persona íntegra moralmente de la que no lo es, no tienen claro lo que ello significa e implica. A este respecto es fundamental que, en la construcción de una ética de lo público, los ciudadanos dialoguen unos con otros sobre qué es lo que se espera de ellos.

Una definición como la arriba propuesta propone un modelo, una idea, que trata de recoger lo que ese grupo de personas cree, reflexionando sobre sus experiencias propias, puede ser parte constitutiva del carácter de un buen ciudadano. Las preguntas son ¿Qué tanto nos identificamos con esta definición? ¿Logra esta responder al reto de que, por fin, en esta sociedad ser moralmente honesto, ser justo, no implique vivir mal o poner en riesgo la vida? 

 

* Director del Centro de Formación en Ética y Ciudadanía, Phronimos de la Universidad del Rosario. Miembro de la Red de Formación Ética y Ciudadana. Miembro de la Iniciativa Acciones pro Integridad