Rincón Juniorista | EL HERALDO

Rincón Juniorista

En video | La vida de los mellos de Junior es un cuento

Edilberto y Luis Aguilera Padilla fueron separados al nacer, su madre los dio en adopción a dos hogares diferentes en Arenal (Bolívar) y solo se conocieron a los 15 años de edad. No saben nada sobre su padre biológico, ni siquiera el nombre. La mamá apareció después de muchos años.

Cuenta la historia con naturalidad. Sin que se le quiebre la voz, sin que se humedezcan sus ojos. A pesar del cansancio que tiene encima por el ajetreo que representa una jornada como utilero de Junior, Luis Salvador Aguilera Padilla interrumpe el lavado de los guayos de los jugadores rojiblancos y atiende con amabilidad a EL HERALDO, luego de una práctica en la sede Adelita de Char en Sabanilla. Pasa su antebrazo cubierto con un buzo por su frente sudada, se sube a la pequeña gradería dispuesta para los periodistas, agarra el micrófono con algo de sonrojo y pregunta soltando una risa tímida: “¡Ajá! ¿Cómo es el cuento?”.

Realmente el cuento es de él y de su hermano mellizo Edilberto Enrique Aguilera Padilla, el utilero del Barranquilla FC. ‘El Mello’, como lo conocen en todo el planeta Junior, se acomoda, espera la señal del camarógrafo y el interrogante del reportero para empezar a relatar una historia doblemente asombrosa y que parece de película: la de los mellos que fueron separados al nacer y entregados a dos familias diferentes por su madre biológica, Isabel Escorcia. 

“Nosotros nacimos en Cartagena, pero mi mamá nos entregó en Arenal (Bolívar), cada uno en una casa distinta”, explica Luis.  

Ninguno sabe los motivos de la decisión de su progenitora y no conocen absolutamente nada sobre su padre biológico. Ni siquiera el nombre. Los dos hermanos crecieron en hogares distintos. Luis en el conformado por Armando Aguilera (q.e.p.d.) y Élida Padilla Pérez (q.e.p.d.). Edilberto en el que Enrique Payares Puerta (q.e.p.d.) era papá y mamá al mismo tiempo luego de la muerte temprana de su mujer.

En medio de grandes sacrificios, cada uno por su lado, los mellizos fueron creciendo y luchando en la vida, sin saber que tenían un hermano con el mismo aspecto físico con el cual habían compartido un vientre. 

Edilberto, que en un principio recibió los apellidos de don Enrique, el protector que lo acogió, se residenció en Arjona (Bolívar), mientras Luis continuó radicado en Arenal. A medida que transcurrían los días de su niñez y adolescencia, con total desconocimiento e inocencia, ambos escuchaban comentarios que tomaban sin darles mayor relevancia.

Luis y Edilberto permanecen con la cabeza rapada. Hansel Vásquez

“Varios amigos míos me decían: hey, viejo ‘Lucho’, en Arjona hay un ‘man’ igualitico a ti, pero es que es igualito, idéntico. Pero yo no prestaba atención”, recuerda Luis.  

“Había un ‘man’ de Arenal que cuando llegaba a Arjona se me quedaba mirando fijo, no me quitaba los ojos. Yo me puse rabioso y le dije: ¿tú eres marica o qué es la vaina? Pero lo que pasaba es que él ya conocía a mi hermano y no podía creer que viera a otra persona igualita en otro lado”, rememora Edilberto, sentado en las tribunas del estadio Romelio Martínez, donde EL HERALDO lo reunió con su hermano en la tarde del mismo día que este diario emprendió diálogo con Luis en Sabanilla (el martes anterior).

Primer encuentro

 Sus padres adoptivos jamás les hablaron de sus verdaderos orígenes. Ambos se criaron pensando que quienes compartían techo con ellos eran sus auténticos progenitores, por eso no entendían cuando les gritaban “regalado” en cualquier pelea callejera con un vecino o amiguito, cuyos padres sí sabían y habían divulgado la historia.

“Yo me quedaba pensando, ¿por qué esa niñita me gritó eso, ve? ¿Regalado?...”, cuenta Luis.

A los 15 años, Luis y Edilberto se encontraron frente a frente por primera vez. Ocurrió en un billar de Arenal en 1979. Edilberto estaba recién llegado de Arjona (“de vacaciones”) y acudió a ese rincón de ocio sin imaginarse que de carambola se estrellaría con quien se convertiría en parte fundamental del resto de su existencia.

“Todo el mundo se quedó impresionado”, dice Edilberto. “Nos empezamos a mirar y nos veíamos en el espejo”, recuerda Luis en medio de risas. 

Luis (izquierda) y Edilberto Aguilera, los mellizos utileros.

Boquiabiertos y un tanto asustados, se reparaban de pies a cabeza y hasta se tocaban incrédulos, según el relato de ambos. Los murmullos y bromas de todos los presentes no se hicieron esperar. “¡Están repetidos!”, exclamó alguno en el billar. 

A partir de ahí, cada uno por su lado, con sus respectivas familias adoptivas, comenzaron a descubrir parte de la verdad. “El papá de Edilberto le contó a él que nosotros éramos hermanos y que nos habían adoptado”, señala Luis.

La relación entre ambos se fue fortaleciendo en las calles de Arenal y Edilberto resolvió cambiar de hogar y, mucho más adelante, de apellidos “para evitar problemas con papeleos y policías que no entendían nuestra historia”. Empezaron a vivir juntos, como cuando estuvieron en el útero de Isabel Escorcia durante nueve meses. “Eso fue algo bello, algo hermoso. Yo vivía solito y me encuentro con un hermano, y gemelo, mejor la cosa”, dice Edilberto. 

Después de un tiempo se mudaron a Barranquilla, donde comenzaron a estudiar y a ganarse la vida como vendedores de prensa escrita. “Sufrimos mucho, pasamos bastante trabajo, no fue fácil, vendimos periódicos en las calles. EL HERALDO nos hizo ganar platica. Era la época de las noticias de los atentados terroristas de Pablo Escobar. Las victorias de Junior hacían que el periódico se vendiera más rápido”, expresa Luis. 

Llegan a Junior

 Después de ejercer su labor como vendedores de periódicos, Edilberto y Luis llegaban al Romelio Martínez a observar los entrenamientos de Junior. En 1984 intentaron probarse como delantero (Luis) y portero (Edilberto), pero los descartaron “por fideos”. “Eso fue lo que nos dijo el difunto Eduardo Carrillo (q.e.p.d.), que estábamos muy flacos para jugar en Junior”.

De todas formas, se mantuvieron cercanos a Junior. Hacían mandados a los jugadores y le ayudaban al utilero de ese entonces, Luis Alberto Blanco Patiño, mejor conocido como ‘Lucho Cúcuta’ (q.e.p.d.). 

Los hermanos Aguilera con su madre biológica.

Poco a poco se ganaron la confianza de la gente del equipo y en 1990, gracias a las recomendaciones y respaldo del defensor Gabriel Martínez (q.e.p.d.), el entrenador Hugo Gallego y el directivo Hernán Yunis, firmaron su primer contrato con el club. 

Los mellos, que en ese entonces tenían una frondosa cabellera, se alojaron en la sede administrativa del club en aquel momento (carrera 57 entre calles 72 y 74). Ahí vivieron hasta 1994.

Al entrar a laborar con el equipo de sus amores, la vida les comenzó a dar un giro hacia un lado más simpático. Obviamente se volvieron más populares en la ciudad y empezaron a viajar y a disfrutar de cerca de todo el mundo del fútbol. La personalidad humilde, servicial, agradable y divertida de los Aguilera, más allá de algunos ratos como cascarrabias, les abrió la puerta del club insignia de la Costa y el corazón de muchos jugadores que han dejado huella. 

“Todavía nos hablamos con Javier Ferreira, Lorenzo Carrabs, Marquinho, Montecinos, con ‘el Mono’ (Carlos Valderrama) y todos los del equipón ese de los 90, siempre están pendientes”.

Apareció la madre

 Ya insertados y posicionados totalmente en el ambiente juniorista, con varios años de experiencia en la institución y cada uno con su familia establecida, el confuso pasado que marcó sus destinos revivió de repente. Isabel Escorcia, la madre biológica, apareció un día en la vieja sede administrativa del equipo, y un volcán de resentimiento hizo erupción, sobre todo en Edilberto. No quiso escuchar explicaciones de ningún tipo. Cuando entendió que esa mujer que lloraba frente a ellos era quien los había traído al mundo, desató el dolor y la rabia que había mantenido guardado.

El acercamiento de Isabel fue en vano. Los mellos la rechazaron. Le echaron en cara su decisión y los momentos adversos que atravesaron. No querían saber nada de ella.   

La vida de ambos continuó, pero de nuevo se volvieron a separar. En 1997 hubo inconvenientes con el gerente de turno y los dos salieron. A Luis lo reengancharon al poco tiempo, mientras Edilberto se marchó a Medellín y Cali para trabajar en el negocio de las comidas rápidas (Mario Bross). Al año siguiente, Luis se fue detrás de su hermano a laborar en lo mismo y retornó a Junior en el 2000 por pedido de Norberto Peluffo. Edilberto se mantuvo entre perros calientes y hamburguesas. 

Fueron varios años distanciados. Se veían cada vez que el equipo jugaba en la Sultana del Valle, en la capital de Antioquia o en ciudades cercanas a esas dos, y cuando Edilberto venía a Barranquilla. 

Solo hasta el 2014 retornó a la ciudad. ‘El Willy’ Rodríguez, que en sus épocas de jugador lo tuvo de utilero en Junior, le encomendó el mismo cargo en Uniautónoma FC. Dos años y medio permaneció en la ‘U’, trabajó unos meses en la selección Atlántico y desde el 2016 se encuentra en el Barranquilla FC.

El perdón

 Ese año en el que ingresó al equipo filial de los Tiburones, los mellos se reencontraron con su madre biológica, la perdonaron y empezaron a forjar una mejor relación.

“Ya la empezamos a querer. Le damos gracias a Dios y a ella porque nos dieron la vida”, dice Luis. “Yo tenía rencor, pero nos dieron varios consejos y reflexioné, nosotros no sabemos las circunstancias en las que tomó su decisión”, sustenta Edilberto.

Doña Isabel, que tiene otros hijos, ha compartido algunas épocas especiales con los mellos y algunos apartes de los orígenes de la historia. Por ejemplo, les explicó que ellos no nacieron el 2 de julio de 1964, como fueron registrados por sus padres adoptivos, sino el 2 de junio de 1965.

“Pero ya eso no lo cambia nadie, el cumpleaños es el 2 de julio”, “eso es sagrado”, dicen ambos complementándose la frase.   

El aspecto bonachón y alegre de ambos nunca se desdibujó durante la narración de los hechos. El tiempo se ha encargado de hacerles aceptar su destino, de curarles las heridas, de dejar los resentimientos y animadversiones del pasado para vivir un presente y futuro tranquilo, feliz, con buena cara. “Como hemos sido desde que estamos en Junior”, apunta Luis. “La vida de nosotros ha sido un carrusel, pero aquí estamos, pa’lante, positivos”, anota Edilberto.

Sin embargo, no niegan que les gustaría conocer todo el génesis del cuento. “Nuestra madre biológica nos prometió que este año nos contaba todo”, avisa Luis. “Así que esta historia continuará…”, dice Edilberto risueño.

Documental

Hace unas semanas se estrenó en el Sundance American Festival el documental ‘Three Identical Strangers’ (Tres extraños idénticos). Se trata de la historia de unos trillizos norteamericanos que fueron separados al nacer por un experimento científico y que se volvieron a encontrar por casualidad a los 19 años. Fueron dados en adopción a tres familias.

Edilberto y Luis en sus primeros días como utileros de Junior.
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