El Heraldo
Portada de EL HERALDO anunciando el alunizaje de Apolo 11.
Ciencia

“El Águila ha alunizado”: así se vivió en Barranquilla

Cinco personas rememoran ese episodio que marcó sus vidas. Así cubrió EL HERALDO el viaje de Armstrong, Collins y Aldrin.

“Conmoción mundial por el alunizaje” fue el título de EL HERALDO en 1969. Era el 21 de julio y el mundo se despertaba con la noticia de que el ser humano había logrado lo que por años fue una lucha entre la Unión Soviética y Estados Unidos: llegar a la Luna.

Mientras en pequeño se anunciaba que Gloria Díaz, Miss Filipinas, había ganado Miss Universo y que tres personas murieron y más de trescientas cincuenta resultaron heridas al desplomarse una plaza de toros portátil en Buga, Valle del Cauca, en letras rojas y a seis columnas un título daba explicación de la duración de la caminata lunar. 

“Los barranquilleros vieron anoche, estupefactos y embargados de una espeluznante emoción, la gran hazaña espacial realizada por los astronautas norteamericanos Neil Armstrong y Edwin Aldrin, quienes caminaron por dos horas sobre la superficie de la Luna”, dice la nota interna  de hace 50 años.

Cuando Armstrong posó sus plantas en la superficie lunar, se lee en EL HERALDO, “muchas personas mostraron su alegría y otras no podían creer lo que veían. En esa ocasión la imagen sí era casi perfecta. Las redacciones de los periódicos locales recibieron un alud de llamadas en las que se apreciaba el entusiasmo que embargaba a las gentes por esta hazaña, que según ha considerado, dividió la historia de la humanidad en 20 siglos de existencia”.

Los cines de Barranquilla proyectaban para ese día Doctor Dolittle, dirigida por Richard Fleischer con Rex Harrison; El planeta de los simios, película dirigida por Franklin J. Schaffner. Mientras tanto, John Dennis, exdirector del Centro Colombo Americano en Barranquilla, transmitía desde Bogotá el vuelo a la Luna por medio de un sistema originado en la Televisora Nacional.

“Fue como un teatro en la casa. Lo puse en el patio de la casa el televisor, con sillas”, recuerda Alfredo Rebolledo, de 81 años. Su televisor se lo había traído un amigo de Estados Unidos y era el único en su cuadra, lo que lo convertía en el punto de encuentro para ver el alunizaje de Armstrong, Aldrin y Collins. Al día siguiente, dice, lo leyó en EL HERALDO.  “Ahora ya están hasta tomándole fotos por el otro lado a la Luna, y tienen pensado llegar a Marte”, dice Rebolledo al recordar lo que en ese momento fue algo “impensable” y ahora es una anécdota de 50 años.

A continuación, seis personas recuerdan el día que se dio el mayor salto de la humanidad.

Una hazaña celebrada en familia
El artista costeño Álvaro Barrios.

El artista Álvaro Barrios se rehusó a ver el alunizaje con sus amigos, quería hacerlo en la intimidad de su casa “para poder expresar las emociones”. Y así fue. 

“Estaba con mi familia viendo la televisión como el resto de la humanidad. Nos habíamos reunidos para ver eso porque ya habíamos estado haciendo el seguimiento desde que la nave salió de Florida hasta el alunizaje. Eso fue cronológicamente cumplido, ya sabíamos día y hora de ese hecho”, relata. 

Para él, esto se trató de una experiencia única, no solo en el sentido de un logro cumbre sino que fue una hazaña. “En ese tiempo pensamos que se convertiría en algo habitual y no fue así. Eso aumentó la importancia”, cuenta el artista que en ese momento tenía 24 años. “No lo vi acompañado de amigos porque quería expresar la emoción en completa confianza con mis seres más allegados. Ellos se reunían en fiestas y sitios públicos. A pesar que fue algo de dimensiones gigantes, preferí experimentarlo desde mi intimidad”, finaliza. 

‘Jaime noticia informó’
Zunilda Espinosa

Zunilda Teresa Espinosa, de 82 años, recuerda que “ella era muy pobre y no tenía televisor” en ese momento. Pero un primo, con quien se crió siendo joven, le encantaba escuchar las noticias en la radio de donde trabajaba. “Lo chistoso es que le decían Jaime noticia”, dice en medio de risas.

Ese primo era el encargado de traerle los pormenores a todos sus amigos jóvenes. Así que fue por él, por Jaime noticia, quien supo que Armstrong, Collins y Aldrin habían llegado a la Luna el 20 de julio de 1969.

“Me sentí feliz. Estaba en mi casa y no comprendía cómo podía pasar en el mundo algo así”, asegura. Desde ese momento empezaba a soñar con la Luna. “Siempre pensaba en eso cuando miraba al cielo”.

Lo literario y poético que esconde la Luna

En esos momentos Jesús Ferro Bayona se encontraba en Medellín. Confiesa que sobre la Luna no ha sido un estudioso, pero sabía por filosofía y cosmología sobre temas relacionados. Sin embargo, enfatiza, lo que más tenía presente de manera literaria era ‘Nocturno’, de José Asunción Silva. “Ver en ese momento que el hombre pisaba la Luna para mí era algo más que poético, era mágico. Como cuando apareció el Internet. Fue de una emoción muy grande, un hito humano, una barbaridad, grandioso”, sostiene Ferro sin ahorrar calificativos para ese momento. “Eso nos dejó a todos apabullados, impresionados. Luego ver cómo se estaba adelantando fuertemente en un terreno que era desconocido e incluso, difícil de imaginar en otra época”. Asegura que lo vivió entre lo literario y lo científico, un factor que iba de la mano de la admiración por el avance tan grande que estaba logrando el ser humano ese 20 de julio.

Días expectantes sin dormir a la espera del anuncio del alunizaje

“Son de esos instantes para los cuales los psicólogos tienen una denominación muy especial”, así empieza a recordar el vicerrector académico de la Universidad del Norte, Joachim Hahn, cómo vivió aquél momento. “Son inolvidables, te acuerdas perfectamente del sitio, la hora, las personas con las que estabas. Eso fue lo que me sucedió con el 20 de julio de 1969”, agrega. 

Recuerda que los amigos que tenían televisión invitaban a los que no tenían, en su familia no había este aparato por lo cual debió acudir a otra casa. “Un amigo me invitó a su casa y era toda la emoción porque era la primera vez que se transmitía en directo un suceso de esa magnitud, toda la familia estuvo reunida frente al único televisor a blanco y negro”. 

“Yo era un chico de 13 años y era un momento absolutamente maravilloso. La prensa en la época hacía un cubrimiento excepcional. Desde lo emotivo fue un momento inolvidable que aún hoy en día me eriza, como dice una actriz famosa, solo recordarlo”, comenta con nostalgia. A la casa de su amigo se fue dos días antes “para estar allí cuando eso se transmitiera”. “Creo que en esos días casi no dormí, me imagino que ese día ni siquiera almorcé por estar pendiente del momento. Para mí fue una cosa absolutamente fenomenal”, rememora. 

Una eterna admiradora del firmamento

“El plan era en familia para ver lo que pasaba y la que entonces era empleada en mi casa me dijo —Vea, niña Eli, yo le aseguro, eso es mentira, esa gente no está llegando a la Luna”. Así recuerda Elizabeth de Vargas, de 81 años, el 20 de julio de 1969. “Yo le dije que viera, que ahí estaban alunizando, y ella insistía. Pero quedó de ese tamaño”, cuenta entre risas. 

“Esto uno nunca lo olvida”, asegura. Además, el toque extra lo da su romanticismo con la Luna, con las estrellas y todo lo relacionado al cielo. “Yo siempre he sido una admiradora de la Luna, me fascina verla. Soy eterna admiradora del firmamento”, dice. Un suspiro se escapa en medio de la conversación. 

“Vivo en un octavo piso y la veo cuando sale, le digo que es muy hermosa. Cuando sale pequeña, menguante, al lado sale un lucero, está como un hilito”, confiesa. 

Tema de charla de amigos

El escritor barranquillero Julio Olaciregui estaba en la Universidad estudiando Ingeniería Industrial y tenía 18 años. “Fue un acontecimiento, impresionado por ese muñeco que se movía allá”, es lo primero que dice. 

Había tenido el libro de Julio Verne ‘Le Voyage dans la Lune’, y lo asociaba con todo eso. “Con los amigos bromeábamos con que la Luna no era tan inalcanzable y que estábamos en la Luna. Además, la frase de Armstrong nos quedó, nos sentíamos formando parte de la humanidad porque éramos unos muchachos tira piedras”, cuenta con gracia. En algún texto Olaciregui dice que menciona el suceso “porque marcó una época”. 

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