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Para que el amor no sea tóxico

El maltrato físico, psicológico o verbal en una relación hay que detenerlo desde el principio.

  • ilustración Elena ospina
    ilustración Elena ospina
16 de enero de 2019
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Daniela* tenía 16 años y vivía en Popular 1, por La Galera. Llevaba una relación difícil con su mamá, que le pegaba y gritaba seguido. Cuando se presentó a la universidad, a Derecho, no pasó el examen. No tenía nada qué hacer y los problemas continuaban.

En esas llegó Alberto*, que decía que tenía 24 años, una salvación. “Me iba a ayudar a salir de la casa y me cuidaba. Me daba gripa y corría a llevarme flores”, recuerda.

Meses después ella y su novio estaban en misa en la iglesia de Aranjuez. En esas un chico miró a Daniela. Alberto le gritó y le reclamó, tal vez por inseguridad, pensó entonces. Así siguió un año y medio: flores, gritos, chocolates, estrujones. “Me decía: ‘No me hagas enojar; yo quiero estar contigo y te quiero’”.

A Daniela le parecía normal, que en realidad era por protección. Así que se fue a vivir con él. Se había “liberado” del yugo materno. Las cosas cambiaron con la convivencia. En el tiempo que estuvieron juntos estuvo encerrada: “No podía mirar a nadie, tampoco ir sola por la calle, tenía que cocinarle lo que quería, no podía hablar con mi mamá ni mi familia. Me llamaba ocho veces al día”, continúa la joven.

Una vez, mientras le lavaba los overoles, vio la cédula de Alberto y se dio cuenta de que no tenía 24 sino 34 años. Cuando le preguntó se enojó muchísimo. Según él se había metido en su privacidad. Supo que su pareja era agresiva.

Había que sumar que Daniela tenía dos meses de embarazo. Alberto, tal vez por celos, dudó de que fuera de él, pero le decía que lo hacía por amor: “Yo, como estaba construyendo una relación, creía que él tenía derecho a dudar porque todas las mujeres eran infieles y desleales”.

En otra ocasión, una hermana la invitó a un helado y al volver encontró a un hombre transformado. Cuenta que ya era otro, no la escuchaba, estaba fuera de sí. Le echó llave a la puerta y comenzó a patearla y a golpearla. Le quebró cuadros. Había sangre. Los vidrios le cortaron la cabeza y el cuerpo. La agarró del pelo y la arrastró hasta la cocina, le puso un cuchillo en la cara y le dijo que iba a dejar de ser bonita.

Daniela, con miedo de que la matara, aceptó que el error era suyo y pidió perdón.

No es maltrato, me quiere

Muchas veces la pareja ni se da cuenta de que está en una relación tóxica. Cuando los problemas avanzan sin detenerlos, pueden llegar a un nivel fatal.

Marta Cecilia Roldán Henao, psicóloga y maestra en clínica de la Universidad de San Buenaventura de Medellín, explica que el mejor síntoma para identificar el maltrato (físico, psicológico y verbal) es el desbalance, cuando se sobrepone un poder que devalúa al otro. “Simplemente el otro no tiene derecho”. Si eso pasa hay una relación tóxica.

La experta en psicología y comunicación Lillian Glass, quien acuñó el término, las definió en su libro Toxic People (1995) como “cualquier trato entre personas que no se apoyan, en el que hay conflicto y uno busca socavar al otro, en el que hay competencia, falta de respeto y cohesión”.

Siempre que esté uno de esos elementos, consciente o inconscientemente, habrá un tipo de maltrato. La doctora Roldán añade que, muchas veces, se traen patrones generacionales que se repiten: “Se perpetúan acciones de los padres, se hereda el rol de maltratador y maltratado”.

La manifestación se da en asuntos cotidianos, a veces imperceptibles. “Tener que dejar de ver a los amigos y la familia, hacerte sentir inseguro y con pocas capacidades, cuestionarte tu aspecto físico, lo que eres y piensas. Termina uno diciendo: fui yo el que me equivoqué”, indica la directora de la Clínica del Amor, Chiquinquirá Blandón.

Así fue el caso de Daniela, que le pidió perdón y le prometió obediencia luego de la golpiza. Pero ahí no terminó: esa noche, con contusiones, cólico y cortada por los vidrios, Alberto abusó sexualmente de ella.

Qué hacer

No todas las personas se quedan atrapadas en una relación tóxica. Chiquinquirá, experta en psicología emocional, comenta que lo importante es darse cuenta del problema y ponerle límites de manera inmediata: “Es decirle al otro: sabes qué, esto no va si sigues así, o puedes pensar así, pero yo no”.

Para Marta Cecilia los afectados solo pueden ver el problema cuando manifiestan su malestar con el otro. “Decirle a la pareja que no está de acuerdo es empezar a desnaturalizar un maltrato”.

No atajarlo puede ser aún peor. La permanencia de un comportamiento, la aceptación y normalización de la adversidad conlleva fuertes recaídas: “En las relaciones tóxicas se da una alta idealización y una muy rápida devaluación”, explica Chiquinquirá. Eso las hace tan dañinas y difíciles de terminar.

La especialista en familia y pareja, Marta Cecilia Roldán, coincide en que no se debe dejar pasar el más mínimo intento de maltrato (una amenaza, una cachetada, un grito) porque se vuelve cotidiano: “Y cuando se normaliza, la autoestima cae en picada”.

Para ella, la responsabilidad es compartida, uno por hacerlo y otro por permitirlo. “Cuando los dos se hacen corresponsables hay más posibilidades de hacer cambios en el proceso terapéutico”.

En el momento que hay una aceptación de un mal se puede llegar a un acuerdo para que uno (o ambos) trate el tema con un familiar que le pueda brindar un consejo o asistir a una consulta especializada.

Sobre esto Roldán hace una advertencia: “De nada sirve que uno vaya a una cita si va presionado por el otro. Solo funciona cuando hay un reconocimiento del obstáculo. Si va por darle gusto a su pareja eso nunca funciona”. Podrá ir varias veces al consultorio, pero nunca habrá un cambio real.

En el caso de que sea un familiar o un amigo de la víctima quien perciba el conflicto, la doctora Roldán recomienda que se busque a la persona afectada, hombre o mujer, e invitarle a buscar ayuda médica, legal o psicológica. “Un tercero puede ver las cosas más objetivamente”. También está la opción de la comisaría de familia o la Fiscalía.

Cuando Daniela fue ante la Fiscalía a denunciarlo, no pudo decir lo que ahora dice. En ese momento pensaba que Alberto en realidad la amaba y se sentía traicionándolo.

*Nombres cambiados.

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