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La semana pasada estuvimos asediados por las noticias en redes en torno a Santrich y toda la polémica de su fuga. La verdad somos muchos los que sentimos que estamos llegando a niveles de pesimismo máximo, derivado en buena medida, de un manejo inadecuado de la redes sociales en las que se opina sin el conocimiento cierto. Las redes y la tecnología le han dado voz a la sociedad, situación que hay que festejar, pero no podemos dejar de reconocer que lamentablemente sin una ética y ciertos límites a lo que allí se dice, genera injusticia, infamia y desconcierto. Es más, en los medios formales al menos se puede exigir rectificación, en las redes no. En ellas el dolor del otro no existe, se señala y se expone sin importar honras ni familias. Se iguala por lo bajo, se desprestigia y se mata moralmente, las redes sociales han impulsado todo tipo de ataques que se multiplican a una velocidad de vértigo y sin ningún control.
Todos replican la información sin preguntarse si hay alguna otra versión, si existe otra realidad, si hay otra mirada. Muchos autómatas de las redes, sin conciencia, sin inteligencia, cumplen bien su papel de idiotas útiles.
Por esta y otras razones, creo es obligación de todos ayudar a cambiar estas tendencias. Es decir, los tiempos cambian y si la educación de Carreño, las clases de ética en los colegios eran imprescindibles, hoy día se necesita una cátedra de manejo de redes sociales, en la cual se nos explique el inmenso poder que recae en las redes sociales y la imperiosa necesidad de hacer un uso responsable de estas.
La posverdad se ha vuelto un tema de discusión en todos los foros; la reputación pública, empresarial y personal es agenda diaria gracias a que, en muchos casos, la sociedad se deja obnubilar por los mensajes que tienen sevicia y morbo. El atractivo para esta sociedad del espectáculo parece estar en el chisme, en lo efímero, está en lo polémico. Sin importar la veracidad de las afirmaciones vamos tras las endorfinas que nos genera ganar retuits, likes o seguidores.
Hoy las grandes empresas de tecnología invierten millones de dólares buscando crear algoritmos que detecten noticias falsas: la tecnología tratando de corregir a sus propios creadores. Vaya paradoja, cuando deberíamos ser los humanos los timoneles y salvaguardas de nuestra información y nuestro destino.
Por eso tenemos que celebrar cuando las redes son inundadas de noticias como las de Cabal y Farah, o la de la Cumbre Mundial de Ciudades donde se invita a que los ciudadanos confiemos unos con otros. Así debería ser la lógica digital: más noticias de inversión extranjera y de emprendimientos, más likes a científicos y universidades que logran una patente, más retuits a nuestro talento cultural local y nacional que va por el mundo, como “el Perro”, reconocido grafitero de la comuna 13 que la semana pasada pintó un grafiti para todos los millones de boletos de la lotería en España.
En fin, para esa realidad paralela que son las redes menos Santrich y más positivismo. En Colombia el 99,9 % somos buenas personas y merecemos aparecer en las redes con noticias positivas más frecuentemente.
