Las multitudinarias y violentas protestas en París (allá no llaman terroristas a quienes las realizan) si bien son un buen ejemplo de cómo la ciudadanía tiene el derecho a oponerse a lo que considera que la perjudica, no es el mejor camino si hablamos de cambio climático.
Se protesta, entre otras, por el costo adicional al diésel y la gasolina, un impuesto al carbono para desestimular las emisiones en momentos en que estas aumentan en todo el mundo y amenazan la ya débil estabilidad climática.
Una paradoja: los ciudadanos piden mitigar el cambio climático, pero protestan por medidas para hacerlo. En noviembre en las elecciones en Estados Unidos, en el estado de Washington se hundió una propuesta sobre una tarifa al carbono.
¿Qué hacer entonces?...