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En Japón, un país donde la gente casi nunca llora, el maestro de escuela Hidefumi Yoshida abandonó su oficio para dedicar su vida a enseñar a la gente a llorar.
Semana tras semana, Yoshida recorre las ciudades japonesas realizando talleres y dictando conferencias en las que defiende el poder curativo de las lágrimas frente a las ataduras de una cultura milenaria que impide a los seres humanos abandonarse a sus emociones. Ahora, en Japón, lo llaman “el maestro de las lágrimas”.
“Las lágrimas tienen un enorme poder curativo, reducen el estrés y hasta alivian el dolor” dice el profesor Yoshida. “Llorar es fundamental para llevar una vida equilibrada y saludable y combatir las sensaciones de angustia y ansiedad”.
Un documental filmado por la cineasta Noemie Nakai —difundido hace pocas semanas por The New York Times en su página web― lo muestra conversando con sus alumnos. Él es un hombre de unos 40 años que se viste con ropa informal y que aunque usa gafas no parece un profesor. Sus alumnos son hombres y mujeres de todas las edades. A una pregunta suya sobre cuándo fue la última vez que lloraron, todos permanecen en silencio. El maestro insiste: ¿Hace una semana? Nadie responde. ¿Hace un mes?
Yoshida decide romper el silencio pidiendo a cada asistente que dibuje una lágrima en un papel y escriba dentro de ella el motivo por el que lloró la última vez. Los alumnos obedecen. Luego les pide que recorten la lágrima y la depositen en una urna de cartón que pasa entre ellos, de mano en mano. Enseguida, abre la caja y lee en voz alta cada motivo. Los alumnos lo escuchan con atención. Unos minutos más tarde, una joven empieza a llorar, mientras va contando, poco a poco, la historia de la muerte de su abuelo. Una mujer entrada en años también se pone a llorar. Apenas la joven se abandona al llanto, la mujer toma la palabra para contar su historia. El taller acaba con una especie de catarsis colectiva donde las historias y las lágrimas de los alumnos se confunden. Mientras tanto, el rostro del maestro se ilumina con una sonrisa.
En su diálogo con la directora del documental, Yoshida dice que es recomendable llorar mínimo una vez a la semana para mantener el equilibrio emocional y sugiere escuchar música, leer libros y ver películas que, de vez en cuando, nos reconcilien con la tristeza y nos ayuden a estimular las lágrimas. Eso estimula el sistema parasimpático, reduce el ritmo cardiaco y nos lleva a la calma.
Sus afirmaciones han sido comprobadas en varios estudios científicos. Uno de ellos lo emprendió él mismo con Hideho Arita, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Toho, en Tokio. Los resultados de la investigación vinculan el llanto con la liberación de endorfinas que provocan una sensación de bienestar en las personas y contribuyen a mantenerlas saludables.
En 1981, un estudio titulado “Experto en lágrimas”, dirigido por el doctor William Frey, en la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, también concluyó que el llanto libera endorfinas y, apenas se acaban las lágrimas, estimula la aparición de sentimientos de felicidad y bienestar.
El profesor Junko Umihara, de la Escuela de Medicina Nippon en Japón, también sostiene que llorar es un acto de defensa propia contra la acumulación de estrés. Según él, para reducir el estrés, “el acto de llorar podría ser más efectivo que reír o dormir”.
Hoy Japón parece haber aprendido la lección del maestro Yoshida. La gente expresa sus emociones y llora cada vez con más libertad.
Creo que en Colombia, donde todavía se dice que “los hombres machos no lloran” y se menosprecian por igual las lágrimas, deberíamos aprender la misma lección .
