<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Un equipo hecho en Antioquia para descubrir secretos del oro prehispánico

Lo construyó un físico peruano junto a talento “made in” Universidad de Antioquia.

  • Nariguera: hallada en Anorí. 1.7 cm. x 2.8 cm. x 1 cm y pesa 20.3 g. Fue elaborado con la técnica de martillado.
    Nariguera: hallada en Anorí. 1.7 cm. x 2.8 cm. x 1 cm y pesa 20.3 g. Fue elaborado con la técnica de martillado.
  • Mantis religiosa hallada en el Cerro el Volador. FOTOs cortesía muua

    Mantis religiosa hallada en el Cerro el Volador.

    FOTOs cortesía muua

  • Cuello de poporo: hallado en La Dorada, San Rafael, Antioquia. 1.9 cm. x 3.3 cm. x 2.2 cm. Pesa 10.8 g.
    Cuello de poporo: hallado en La Dorada, San Rafael, Antioquia. 1.9 cm. x 3.3 cm. x 2.2 cm. Pesa 10.8 g.
  • Colgante zoomorfo: recuperado El Carmen de Viboral, 1.9 cm. x 1.4 cm. x 2.7 cm. Pesa8.7 g..

    Colgante zoomorfo: recuperado El Carmen de Viboral, 1.9 cm. x 1.4 cm. x 2.7 cm. Pesa

    8.7 g..

  • Un equipo hecho en Antioquia para descubrir secretos del oro prehispánico
04 de marzo de 2021
bookmark

El profesor Julio Andrés Fabián aprendió de sus mentores italianos que si quería descubrir los secretos del oro precolombino y hacer un aporte significativo a la arqueología debía construir sus propios equipos, y así lo hizo.

Partiendo desde cero, en año y medio, con menos de 7.000 dólares de inversión, la orientación de su director de tesis doctoral –el profesor Óscar Arnache Olmos– y el aporte interdisciplinario de investigadores de la Universidad de Antioquia, el físico peruano desarrolló un equipo portátil para la medición de fluorescencia de rayos X de energía dispersiva (EDXRF, por sus siglas en inglés), con el que hoy es posible saber el porcentaje exacto de oro, plata y cobre que emplearon los orfebres del pasado para elaborar piezas metalúrgicas como las halladas en el yacimiento arqueológico descubierto en 2015 en la sede de Telemedellín, barrio Manila, El Poblado, en la capital antioqueña.

“La investigación de Julio Fabián amplía la información sobre el patrimonio arqueológico nacional y nos permite transportarnos hacia el pasado y poder comprender cómo las poblaciones de varios siglos atrás lograron tal conocimiento de las materias primas para hacer los objetos que hoy nos maravillan”, resalta Hernán Alberto Pimienta Buriticá, curador de la Colección de Antropología del Museo Universitario Universidad de Antioquia –Muua– que prestó 10 objetos bajo su custodia a dicha investigación.

Para la técnica que decidió emplear el investigador necesitaba saber cuál era la forma del espectro, es decir –explica– la curva resultante cuando se emite, percibe radiación y se grafica en un programa la energía versus la intensidad. Fabián utilizó un espectro de oro patrón para compararlo con las muestras analizadas.

“En el mercado existen equipos sofisticados, a 30.000 dólares, que incluso usan los grandes museos de Europa en sus tareas de conservación. Son aparatos tipo pistola que irradian rayos x y en la pantalla te permite ver las cantidades, pero eso en investigación de alto nivel no sirve. Entonces lo que hicimos fue diseñar un equipo con un tubo, un detector, que capta la radiación que se está emitiendo por la muestra. Se emite radiación, se recibe y eso va a una computadora”, sintetiza.

Explicarlo, por supuesto, fue mucho más sencillo que construirlo. Las partes las compraron a laboratorios de Estados Unidos. Toda la instrumentación y electrónica que conecta la fuente radiactiva estuvo a cargo del Grupo de Instrumentación Científica y Microelectrónica de la U de A; usaron un software libre de la Organización Europea para la Investigación Nuclear –CERN– que por su complejidad requirió la visita a Medellín durante un mes, en 2019, del experto italiano Marco Ferreti para enseñarles a manejarlo.

En su tesis doctoral, con apoyo de un equipo de ingeniería, analizó también las piezas con la técnica de metalografía, que permitió ver detalles micrométricos de cómo están constituidas. Además, según reseña el profesor Arnache, el docente del Instituto de Física, Germán Ricaurte, los apoyó en el uso de otra técnica llamada colorimetría que les permitió correlacionar valores elementales con las tonalidades de los objetos metálicos, esto para entender mejor su comportamiento físico.

No existe en Colombia evidencia de una investigación semejante, a tal profundidad, sobre metalurgia prehispánica. Además, la técnica no invasiva que emplea este equipo portátil es un paso adelante frente a otras técnicas utilizados habitualmente en las que se hace inevitable cierto grado de daño a los objetos para su estudio.

Nuevas respuestas

El análisis determinó que las doce piezas halladas en El Poblado, facilitadas por la Corporación Sipah (que mantiene su custodia) fueron elaborados con oro nativo, es decir –explica Julio Fabián– arrojaron presencia de oro y plata, que es normal encontrarlos juntos en la naturaleza. “Quiere decir que fueron manipulados tal cual fueron extraídos”, apunta. Dos de tres muestras prestadas por Juan Pablo Díez, director de Sipah, y oriundos de Amalfi también mostraron ser oro nativo.

Por otro lado, tres de las diez piezas analizadas pertenecientes a la Colección del Muua fueron fabricadas con oro nativo y las siete restantes tienen aleación tipo Tumbaga, en la que los orfebres empleaban intencionalmente cobre en la elaboración de la pieza, pero escondían su rastro de la superficie para que pareciera hecha completamente de oro, conforme expone el investigador.

Por ejemplo, de la nariguera de la imagen 1, recuperada en Anorí, se sabía que perteneció a la cultura Quimbaya, fue elaborada con la técnica de martillado durante el periodo tardío, entre el 800-900 después de Cristo hasta el contacto con los españoles, según explica Hernán Pimienta. Ahora, tras la investigación del profesor Julio Fabián, se sabe que esa nariguera fue elaborada con un 83,06 % de oro y 16,94 % de plata.

En cuanto a la cuenta de collar en forma de mantis religiosa (imagen 4) hallada en los 90 en el Cerro el Volador, en una urna que contenía restos óseos, también Quimbaya, aunque del periodo temprano, entre el 200 antes de Cristo y el 800 d.C., ahora es posible conocer que fue hecha con un 62,08% de oro, 10,09% de plata y 27,82% de cobre, de manera que como todos los objetos con componentes de cobre superiores a 6%, es una aleación Tumbaga.

Un campo abierto y fecundo

Julio Fabián regresó hace dos meses a Lima para reintegrarse a sus labores en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, tras conseguir su doctorado con distinción cum laude en física aplicada a patrimonio cultural en la Universidad de Antioquia.

Durante los cinco años que vivió en Medellín, cuatro de estos dedicados a su tesis doctoral, logró dejar un aporte a la arqueología colombiana; publicar dos artículos, uno de ellos titulado “Piezas de oro prehispánicas de un enigmático hallazgo arqueológico en Medellín, Colombia: una mirada a un análisis arqueométrico”, en la revista Archaeometry, una de las publicaciones sobre arqueología más importantes del mundo; y hasta le quedó tiempo para aprender a bailar salsa –cuenta entre risas–.

Extraña a Medellín y recalca que el trabajo realizado junto a expertos de diversas áreas es una de tantas evidencias de que la Universidad de Antioquia está en capacidad de hacer investigación de nivel mundial.

Por eso, mientras planifica la primera maestría en arqueometría de Suramérica (aplicación de técnicas físicas y químicas para el estudio de piezas de patrimonio arqueológico), planea nuevos proyectos con la U de A. Uno de estos es, precisamente, la posibilidad de hacer la maestría conjunta entre San Marcos y la de Antioquia.

Por ahora intenta convencer a los físicos jóvenes a que se sumerjan en un mundo que él conoció de la mano de Roberto Cesareo, pionero mundial de las aplicaciones de fluorescencia de rayos X para el estudio obras de arte y quien hace 13 años, durante una visita a Lima en la que fue guiado por Fabián, lo convenció de que podía mezclar el arte, la física y la tecnología.

“Yo les insisto en que en este campo hay ciencias duras aplicadas, un amplio mercado laboral, pocos expertos y la posibilidad de tener en tus manos piezas majestuosas”, declara.

Hernán Pimienta, curador del Muua, avala la creciente participación de expertos de otras áreas en la investigación arqueológica. “El aporte de la medicina ha sido importante para identificar patologías que algunas culturas transmitían a través de piezas antropomorfas; la zoología ha sido clave para trabajar restos faunísticos; la botánica, para descubrir lo que consumían las poblaciones y cómo aprovechaban los recursos”. Y con cada nuevo conocimiento extraído de los objetos del pasado, concluye el arqueólogo, queda la tarea de encontrar el lenguaje ideal para para mostrarle a todos los públicos por qué es importante y necesario conocer lo que estos objetos tienen por contar

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD